Por
Watchman Nee | ¿Sabes tú que hay recursos suficientes dentro de tu corazón para
enfrentar la demanda de toda circunstancia en que te podrías encontrar?
¿Sabéis
amigos, que el Espíritu dentro de vosotros es Dios mismo? ¡Que nuestros ojos se
abran para ver la grandeza del don de Dios! ¡Que podamos descubrir la vastedad
de los recursos escondidos en nuestro propio corazón! Yo podría gritar de
júbilo al pensar que el Espíritu que mora en mi no es una mera influencia sino
una persona viva; ¡que es el mismísimo Dios! ¡El Dios infinito dentro de mi
corazón! No sé cómo comunicarles la dicha de este conocimiento, de que el
Espíritu Santo que mora en mi corazón es una persona. Solo puedo repetir: es
una persona. Oh amigos, me gustaría repetíroslo cien veces: ¡El Espíritu de
Dios que mora en mí es una persona! Yo soy solo un vaso de barro, pero dentro
de este vaso de barro llevo un tesoro inefable: el mismo Señor de gloria.
Todo afán y
la preocupación de los hijos de Dios cesarían si sus ojos se abrieran para ver
la grandeza del tesoro escondido en su corazón.
¿Sabes tu
que hay recursos suficientes dentro de tu corazón para enfrentar la demanda de
toda circunstancia en que te podrías encontrar?
¿Sabes que
hay poder suficiente allí para hacer temblar el universo? Permíteme decírtelo
otra vez – Y lo digo con la mayor reverencia – tú que has nacido de nuevo, del
Espíritu de Dios, ¡tú llevas a Dios en tu corazón!
Toda la
liviandad de los hijos de Dios acabaría también si repararan en la grandeza del
tesoro depositado en ellos. Si tienes poco dinero en el bolsillo, puedes andar
contento por la calle, conversando libremente en el camino, sin cuidar
especialmente tu manera de andar. Importa poco si pierdes tu dinero, porque hay
poco en juego. Pero si llevas muchísimo dinero, muy distinta sería la situación
y muy distinta toda tu manera de conducirte. Habría gran alegría en tu corazón,
pero no caminarías descuidadamente; y, de vez en cuando, irías más lentamente
para poner la mano en el bolsillo, palpar de nuevo tu tesoro y proseguir tu
marcha con gozosa seriedad.
En los días
del Antiguo Testamento había centenares de carpas en el campamento de Israel,
pero había una muy distinta de todas las demás. En las carpas comunes podía uno
hacer lo que quería: comer, o ayunar, trabajar o descansar, estar gozoso o
sobrio, ruidoso o silencioso. Pero aquella otra carpa imponía reverencia y
respeto. Uno podía entrar y salir de las demás carpas conversando en voz alta y
riendo libremente, pero al acercarse a aquella carpa especial se caminaba con
más seriedad., y al encontrarse frente a ella, el israelita inclinaba la cabeza
en solemne silencio. Nadie podía tocar aquella carpa impunemente. Si cualquier
hombre o bestia se atrevía a tocarla, la muerte era su pena segura. ¿Qué
ocurría con aquella carpa? Era el templo del Dios vivo. En cuanto a la carpa en
si, no tenia nada en particular, pues exteriormente era de material común, pero
el grande Dios la había elegido para hacerla su morada.
¿Te das cuenta ahora de lo que sucedió en tu
conversión? Dios entró en tu corazón. Y lo hizo su templo. En los días antiguos
Dios moraba en un templo hecho de piedras; hoy El mora en un templo compuesto de
creyentes vivos. Cuando de veras entendamos que Dios ha hecho de nuestros
corazones su morada, ¡Que profunda reverencia inundará nuestras vidas! Toda
liviandad, toda frivolidad, y aun todo deseo de agradarnos a nosotros mismos
cesará al saber que nosotros somos el templo de Dios y que el Espíritu de Dios
mora en nosotros. ¿Te has dado cuenta cabal de que, dondequiera que vayas
llevas contigo al Espíritu Santo de Dios? No llevas simplemente tu Biblia
contigo, ni siquiera buenas enseñanzas acerca de Dios, sino a Dios mismo.
La razón porque muchos cristianos no
experimentan el poder del Espíritu, aunque El more verdaderamente en su
corazón, es la falta de reverencia. Y les falta la reverencia porque sus ojos
no se han abierto al hecho de aquella
presencia. Es un hecho real, pero no lo han visto. ¿Por qué algunos cristianos
viven vidas victoriosas mientras otros viven en constante derrota? La
diferencia no se explica por la presencia o ausencia del Espíritu ( porque El
mora en el corazón de cada hijo de Dios) sino en esto: en que algunos se han
dado cuenta de su presencia y otros no. La verdadera revelación de la presencia
del Espíritu revolucionará la vida de
cualquier cristiano.
Tomado del libro “La cruz en la vida cristiana
normal”. EDIROTIAL PORTAVOZ.
Fuentes:
Reflexiones Cristianas.Org
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