Mientras unos se dedican a la caza mayor y otros a la
caza menor porque tienen recursos sobrados para ello, hay otras personas sin
recursos que, en vez de matar animales, se matan a sí mismos, como última
escapatoria del sufrimiento que les provoca el agobio de las deudas o el
quedarse sin trabajo. Acabo de leer que en Italia ya se reconoce pública y
hasta oficialmente (por parte del primer ministro) que cada día se quitan la
vida dos personas (de promedio) debido a los efectos de la crisis económica. En
Grecia parece que el promedio supera esa cifra. En España las cifras son
parecidas a las de Italia.
Yo conozco a muchas personas cercanas que han visto
disminuido su sueldo. Se adaptan. Conozco a otros a los que les han reducido
drásticamente su salario después de estar trabajando casi 40 años en la misma
empresa. Resisten, sobre todo gracias al apoyo de su familia. Sé de otros que
se han quedado sin trabajo. Y en algún caso han sido despedidos por pequeños
empresarios con una empresa familiar y se han visto obligados a dejar sin
trabajo a parientes cercanos o a trabajadores que eran sus amigos. Todavía no
sé de nadie conocido que se haya suicidado. Espero que eso no “les” llegue.
Desgraciadamente a otros les ha llegado.
La desesperación aumenta por le lentitud de la
burocracia y, sobre todo, por el mal trato de los bancos o de la administración
del estado. ¿Por qué tienen que echar de sus casas a personas que no pueden
pagar, si esa casa, una vez vacía, tampoco resulta rentable para el banco,
porque no hay compradores? ¿No se podría llegar a soluciones sociales, que
disminuyeran algo la desesperación, sacarles, por ejemplo, sólo si aparece un
comprador? ¿No tendría ahí algo que decir la Iglesia, ofrecer alguna
orientación, presionar a sus contactos empresariales y gubernamentales,
realizar alguna acción conjunta con las organizaciones que se preocupan por
paliar las consecuencias de estos hechos?
Hay personas que se están suicidando porque se han
quedado sin las migajas del maldito dinero. Otros cuentan con el apoyo afectivo
y efectivo de familiares o de personas cercanas. Hay parroquias y comunidades
cristianas que, sin hacer ruido, ayudan a algunos de sus miembros a sobrevivir.
Es laudable. Pero me parece que, a la vista de la noticia de los suicidios, es
hora de empezar a levantar la voz, empezando por aquellos que tienen o tenemos
más capacidad de hacernos oír.
Fuentes: Religión Digital
Reflexión:
Hay muchos que están pasando por necesidad y no se atreven a decir nada o a pedir
por ayuda, como Iglesia debemos hacer obra de caridad, extenderle la mano al
necesitado no importando la nacionalidad; haga algo por su prójimo.
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