martes, 17 de abril de 2012

Un tiempo para esperar en oración



Josué 7
                1              Pero los hijos de Israel cometieron prevaricación en el anatema: porque Acán, hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel.
                2              Y Josué envió hombres desde Jericó a Hai, que estaba junto a Betaven hacia el oriente de Betel; y les habló diciendo: Subid, y reconoced la tierra. Y ellos subieron, y reconocieron a Hai.
                3              Y volviendo a Josué, le dijeron: No suba todo el pueblo, mas suban como dos mil o como tres mil hombres, y tomarán a Hai: no fatigues a todo el pueblo allí, porque son pocos.

                4               Y subieron allá del pueblo como tres mil hombres, los cuales huyeron delante de los de Hai.
                5              Y los de Hai hirieron de ellos como treinta y seis hombres, y los siguieron desde la puerta hasta Sebarim, y los rompieron en la bajada: por lo que se disolvió el corazón del pueblo, y vino a ser como agua.
                6              Entonces Josué rompió sus vestiduras, y se postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová hasta la tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre sus cabezas.
                7               Y Josué dijo: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos y que nos destruyan? ¡Mejor nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán!
                8               ¡Ay Señor! ¿Qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos?
                9                Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos cercarán, y raerán nuestro nombre de sobre la tierra: entonces ¿qué harás tú a tu grande nombre?
                10            Y Jehová dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro?
                11            Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les había mandado; pues aun han tomado del anatema, y hasta han hurtado, y también han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres.
                12             Por esto los hijos de Israel no podrán estar delante de sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda; por cuanto han venido a ser anatema. Ya no seré más con vosotros, al menos que destruyáis el anatema de en medio de vosotros.
                13             Levántate, santifica al pueblo, y di: Santificaos para mañana, porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay en medio de ti, Israel; no podrás estar delante de tus enemigos, hasta tanto que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros.           

Josué vio la poderosa mano de Dios en acción muchas veces, desde que cruzaron el Mar Rojo, hasta que se vinieron abajo los infranqueables muros de Jericó. Pero, después, el comandante hebreo experimentó una derrota desastrosa.

Inmediatamente después de la conquista de Jericó, sus asesores le recomendaron avanzar para derrotar a la ciudad de Hai. Josué aceptó su sugerencia, esperando tener éxito. En cambio, los israelitas se replegaron atemorizados después de que 36 de sus hombres cayeron en la batalla.

¿Por qué - se preguntó José - les hizo esto el Señor (Jos 7.7-9)? Pero él había interpretado mal la situación; no fue Dios quien causó ese desastre. El problema se originó en el ejército hebreo, cuando un israelita tomó el botín prohibido después de que Jericó cayó. Por no haber buscado Josué el consejo de Dios, no supo que había un problema hasta que fue demasiado tarde.

El hombre que había pecado fue ejecutado, junto con su familia. Entonces Dios le dijo a Josué que ya podía tomar Hai. Esta vez, limpio de iniquidad y obedeciendo la dirección divina, el ejército tuvo éxito (Jos 8). Esta historia contiene dos lecciones vitales. Primero, es fundamental enfrentar al pecado de manera rápida y total. Segundo, antes de tomar acción, debemos esperar la dirección de Dios.

¿Está usted tratando de ganar una batalla con sus propias fuerzas? Examine su corazón y asegúrese de que se ha arrepentido de todo pecado. Luego, pida la dirección de Dios para no adelantarse a los planes de Él, porque aunque pueda resultar difícil, el resultado final bien vale la espera.

Fuentes: En Contacto

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