Enséñanos de tal modo a contar nuestros días,
que traigamos al corazón sabiduría. – Salmo 90:12.
Es ya hora de levantarnos del sueño; porque
ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche
está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las
tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. – Romanos 13:11-12.
Se cuenta
la historia de un hombre que se vio obligado a ir a pie en la noche a un pueblo
lejano. En el camino de repente tropezó con algo. Se agachó y halló una pequeña
bolsa llena de «guijarros». Para distraerse, de vez en cuando lanzaba uno al
río que bordeaba la carretera.
Cuando el viajero llegó a su destino sólo le
quedaban dos guijarros. A la luz de la casa bajó la vista y vio que eran
diamantes. ¡Había derrochado una fortuna!
Nuestros
días están formados por horas, minutos y segundos. Un año tiene 525.600
minutos. Somos responsables del uso de cada minuto que Dios nos da. ¿Somos
dolorosamente conscientes de haber despilfarrado muchos minutos? No nos
quedemos con esta triste constatación; más bien preguntemos cada día al Señor:
“¿Qué haré, Señor?” (Hechos 22:10).
Él mismo nos conducirá a ser útiles en su
servicio, a reconocer, con su ayuda, las “buenas obras, las cuales Dios preparó
de antemano” en nuestro camino (Efesios 2:10). Con él nuestra vida será una
vida de plenitud, variada y armoniosa.
Pero primero
es necesario haber tenido un encuentro personal con él, respondiendo al llamado
que Jesús nos hace para recibir la vida eterna.
Fuentes:
Amen, Amen
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