martes, 9 de octubre de 2012

Ya tienen su recompensa



“Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 6:1).

Aquella mañana de sábado yo era el orador invitado. Antes del sermón, un cuarteto vocal masculino interpretó una música especial.

 Armonizaban magníficamente las voces, al tiempo que la melodía y la letra del himno eran una genuina expresión de alabanza a Dios.

Cuando acabó el canto, la congregación prorrumpió en un sonoro aplauso. Aguardé un momento, tras el cual me dirigí al púlpito, y recordé a la congregación que los jóvenes no cantaban para nosotros
sino para el Señor. Entonces sugerí que, en lugar de aplaudir, podríamos decir: “Amén”.

El aplauso expresa aprobación o elogio de una acción. Disfruté de aquella música tanto como el que más, pero no creía que el aplauso fuera lo más adecuado. Jesús dijo que nuestra adoración no tiene que
ser para aparentar.

A menudo me invitan a predicar en diferentes iglesias. Es frecuente que, antes del servicio, el pastor o el primer anciano me pregunten cómo quiero que me presenten. Mi respuesta suele ser: “Con sencillez, por favor”. La cuestión es que acudimos a adorar a Dios, no a ensalzarnos unos a otros. La iglesia no es lugar para ensalzar a nadie más que a nuestro Padre celestial.

Hace un tiempo, en una gran reunión a la que había asistido, un rico hom­bre de negocios entregó a uno de los dirigentes un cheque por un millón de dólares. La emoción embargaba el ambiente. Me pregunté qué habría dicho Jesús. Recuerdo que Jesús y sus discípulos estaban en el templo y se encontra­ron ante una situación parecida. “Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre y echó dos blancas, o sea, un cuadrante. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: ‘De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca, porque todos han echado de lo que les sobra, pero esta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento’” (Mar. 12:41 -44).

La naturaleza humana intenta impresionar a los demás. No viva para impre­sionar, sino para glorificar a su Padre celestial.

Fuentes: Reflexiones Cristianas

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