Leer | ROMANOS 5.12-21 | Las cargas que llevamos vienen en todas formas, tamaños y variedades. Muchas son pesadas, pero hay una carga que es aun más pesada, y que se remonta al huerto del Edén.
Desde que Adán y Eva comieron la fruta prohibida (Gn 3.6), todas las personas han nacido con un corazón pecaminoso. El pecado y la santidad no pueden mezclarse. Por tanto, en nuestro estado natural, ninguno de nosotros es capaz de tener comunión con Dios.
Peor aún, seguimos haciendo lo malo. La Biblia dice que cada uno de nosotros se ha desviado, como una oveja descarriada de su pastor (Is 53.6). Así que, por sí misma, ninguna persona tiene acceso a Dios. Y no hay nada que nosotros, como seres humanos caídos, podamos hacer para enmendar la situación. Esta es la carga más pesada.
Pero nuestro Creador nos amó tanto, que envió a su propio Hijo para vivir una vida perfecta en la Tierra. Jesús merecía tener la comunión con el Padre, pero tomó nuestro pecado y castigo, muriendo en la cruz en lugar nuestro. Pero venció la muerte al levantarse de la tumba a la vida.
Su expiación por nuestros pecados es un regalo que está disponible para todo aquel que cree. Él desea que nos veamos libres de la carga de pecado que hay en nuestros corazones. Solo entonces experimentaremos la vida y la libertad verdaderas.
¿Ha recibido usted el regalo de la salvación de Dios? Jesús le ama tanto, que dio su vida para tener una relación con usted. Si pone su fe en Él y acepta su muerte como la expiación inmerecida por su pecado, Él le perdonará todas sus faltas y le acogerá en la senda de la verdadera vida.
Fuentes: En Contacto
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