sábado, 27 de octubre de 2012

LA RAIZ DE TODOS LOS MALES



“HACEOS TESOROS EN EL CIELO, DONDE NI LA POLILLA NI EL MOHO DESTRUYEN, Y DONDE LADRONES NO ENTRAN NI HURTAN”(MATEO 6:20).
El apóstol pablo dijo a Timoteo: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Tim. 6:10). El dinero no es la raíz de todos los males, sino el amor por él. No es necesario tener dinero para amarlo.
Se puede ser pobre y, al mis­mo tiempo, amar el dinero.

 El séptimo capítulo del libro de Josué narra la historia de un hombre llama­do Acán. En lugar de heredar la tierra prometida, él y toda su familia murieron porque, a causa de su excesivo amor por el
dinero, tomó lo que Dios había pro­hibido tocar -unos vestidos y unas monedas que había visto en la ciudad que su ejército acababa de conquistar- y lo ocultó en su tienda.

“Para muchos, el amor por el dinero es pecado capital. Los hombres y las mujeres que profesan adorar al Dios verdadero se engañan tanto en su bús­queda de las riquezas que suponen que la ganancia es piedad.

Pablo declara: ‘Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento, porque nada hemos traído a este mundo y, sin duda, nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos ya satisfechos; pero los que quieren enri­quecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en destrucción y perdición, porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron atormentados con muchos dolores’” (Signsofthe Times, 13 de diciembre de 1899).

Jesús dice: “No os hagáis tesoros en la tierra” (Mat 6:19). No dice que no tengamos una cuenta de ahorros. Habla de nuestra actitud hacia nuestras po­sesiones. Luchar para sacar adelante la familia, hacer planes de futuro, invertir el dinero con prudencia, ayudar a los pobres y tener dinero suficiente para ha­cer funcionar el negocio no es malo.

Sin embargo, la avaricia y la codicia son un error. La cuestión está en el motivo. Si usamos nuestras posesiones e influimos en la vida de los que nos rodean para gloria de Dios y por su reino, Dios no ve ningún problema en ello. Pero adquirir riquezas con el fin de acumularlas y .amasar una fortuna para nuestra propia complacencia es pecado.

Dios te bendiga,

Fuentes: Reflexiones Cristianas

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