Dios
escucha oraciones y abre puertas de una manera espectacular. Confirmé lo que
dice su Palabra, de que el hombre propone y Dios dispone.
Opté por
compartir la experiencia con algunos amigos a través de la red social Facebook
y comprendí por qué Dios llama a publicar sus grandezas. Muchos lo agradecieron
y sé por qué. Muchas veces el desánimo quiere apoderarse de nosotros, pero
compartir experiencias reales como estas, por sencillas que sean, fortalecen la
fe del que está débil, permiten comprender que al Dios que le servimos es real
y responde. No es un mero rito de domingo.
La pasada semana tuve un viaje de trabajo y
por primera vez, debo confesar, logré tener todo listo la noche anterior, sin
tener que amanecerme como suele pasarnos a algunos antes de viajar.
Dormí
tranquilo y todo en orden. Pero una vez salí a la mañana siguiente de mi hogar,
pasé las dos horas más tortuosas en mucho tiempo, en medio de una congestión de
tránsito desde mi residencia en Las Piedras hasta San Juan.
Lo que toma
una hora de camino se convirtió en 2 horas, y a medida que pasaban los minutos
mi ansiedad dentro del auto era insoportable. Llegué al aeropuerto realmente
convencido de que ya se había ido el avión, pero aún así caminé hacia el
‘gate’, pasé el punto de cotejo, y me sometí al consabido proceso tedioso de
tener que sacar la computadora, quitarse los zapatos, etc.
Todo eso
sabiendo que cada vez eran menos las posibilidades de llegar a tiempo a la
puerta de abordaje.
Corrí hasta
el ‘gate’ sin amarrarme los zapatos ni siquiera. Pero antes, durante el tapón,
mi oración había sido pidiéndole al Señor que hiciera algo, lo que fuera, para
que no perdiera el avión.
Puede
causarle risa a alguien, pero me atreví a pedirle al Señor que el piloto se
hubiera retrasado en llegar o algo así, que me permitiera llegar a tiempo.
Cuando
llegué al mostrador de la aerolínea frente al ‘gate’, en efecto la empleada de
la aerolínea me dijo que hacía par de minutos habían cerrado la puerta. Y no sé
si mintió o yo entendí mal, pero mi recuerdo es que me dijo que el avión se
había ido.
Ya estaba
comenzando a resignarme a esperar las 5:30 horas que faltaban para el próximo
vuelo. Incluso la empleada rompió frente a mí el boleto de abordar que llevé,
para hacerme uno nuevo para el siguiente vuelo.
Cuando
estaba entrando los datos al sistema, escuché que una compañera le dijo que el
piloto del avión había llamado pidiendo no sé qué. De inmediato la empleada,
que no había terminado de completar mi nuevo boleto, le dijo a la compañera,
‘eso da tiempo de montarlo a él’.
Eso
transcurrió en solo fracciones de segundos, y aunque yo estaba escuchando, no
quise hacerme de falsas expectativas pensando que hablaban de mí.
Pero sí.
Volvió la vista hacia mí y luego me dijo, ‘vete por ahí y ni mires para atrás’.
Así que, con otro empleado de la aerolínea caminando frente a mí por el
pasillo, vi como al llegar al otro extremo del pasillo empezó a mover de nuevo
la rampa hasta conectarla con el avión para poder caminar y entrar a la
aeronave.
Mientras
veía como extendia la rampa hacia el avión, como haciendo camino, y luego
cuando la azafata abrió la puerta del avión, lo que vi fue la mano de Dios
trazando ese camino y abriendo esa puerta. Todo para su hijo.
Sonará
pedante para algunos, pero nada que ver. Al contrario, lo digo en humildad
reconociendo la manera en que Dios trata a sus hijos. Definitivamente Él nos
abre puertas, incluyendo la de los aviones.
De esta
gran lección aprendí dos cosas: que debemos conservar la compostura en medio de
las pruebas, y confiar plenamente en Dios. La confianza se demuestra en que, en
lugar de desesperarse y dar un mal paso, nos contenemos y dejamos el problema
en manos de Dios, orando o clamando a Él por una solución.
No siempre
es fácil, porque la tendencia es querer resolverlo a nuestro modo, en nuestras
fuerzas.
Aprendí
también, tan pronto como cinco días después, cuando se suponía que fuera mi
retorno a Puerto Rico, que nuestra fe será probada y que no siempre la oración
será contestada con la respuesta que esperamos.
¿Saben qué?
Esta vez perdí mi vuelo de conexión a Puerto Rico, que debía tomar en
Filadelfia. Aunque el avión desde Cleveland salió más o menos en el tiempo
programado, el vuelo duró más de la cuenta y la aerolínea explicó que la
tardanza se debió al mal tiempo.
Ahí estuve
de nuevo; siendo mi fe probada. Y aunque esta vez no tuve quizás lo que hubiera
querido, como una alternativa rápida para regresar a la Isla esa misma noche,
la estadía forzada de un día adicional me permitió adelantar trabajo que aún
tenía en agenda.
Otra gran
enseñanza que me llevé, como dice la Palabra, es que el hombre propone y Dios
dispone. El problema es que trazamos planes y nos empeñamos en que el resultado
tiene que ser como nos propusimos, sin dar espacio a contratiempos, demoras,
tropiezos o cualquier factor que se presente. Y cuando ocurre, entonces nos
frustramos y perdemos de perspectiva todo lo bueno que pueda estasr pasando a
nuestro alrededor.
Todavía
recuerdo historias de gente que no pudo salir a su trabajo en las Torres
Gemelas, el día trágico del 11 de septiembre de 2001.
Pensamos
tener el control del mundo en nuestras manos, y se nos olvida que Dios es quien
lo tiene. Pero por no comprender esto, es que la frustración y el enojo se
apodera de nosotros cuando algo nos sale mal. Entonces tomamos malas
decisiones, que a su vez causarán más frustración.
Creo que es
hora de que muchos oigan el llamado de Jesús y le hagan caso. De todos modos le
conviene al que está afanado, al que vive en estrés y no puede dormir. A ese
que necesita pastillas para conciliar el sueño porque las preocupaciones no
abandonan su mente.
Ese llamado
está en Mateo 11:28 donde Jesús dice: “Ustedes viven siempre angustiados y
preocupados. Vengan a mí y yo los haré descansar”.
Y en Lucas
10:39-42 se dibuja una realidad que hoy día se sigue repitiendo, con unos
escogiendo la mejor parte, y otros viviendo a la ligera, afanados y
preocupados. En otras palabras, sin vida:
“Marta
tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor,
escuchaba sus palabras. Marta, en
cambio, andaba atareada con los quehaceres domésticos, por lo que se acercó a
Jesús y le dijo:
— Señor,
¿te parece bien que mi hermana me deje sola con todo el trabajo de la casa? Por
favor, dile que me ayude.
El Señor le
contestó:
— Marta,
Marta, andas angustiada y preocupada por muchas cosas. Sin embargo, una sola es
necesaria. María ha elegido la mejor parte y nadie se la arrebatará”.
Por Antolín Maldonado
Fuentes: El Nuevo dias
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