DIOS NOS
CREÓ PARA HACER BUENAS OBRAS. “PUES SOMOS HECHURA SUYA, CREADOS EN CRISTO JESÚS
PARA BUENAS OBRAS, LAS CUALES DIOS PREPARÓ DE ANTEMANO PARA QUE ANDUVIÉRAMOS EN
ELLAS” (EFE. 2:10).
“En su
divina disposición, en virtud del favor inmerecido del Señor, él ha ordenado
que las buenas obras sean recompensadas. Somos aceptados solo por los méritos
de Cristo; y los actos de misericordia, las
acciones de
caridad que realizamos, son los frutos de la fe, y llegan a ser una bendición
para nosotros; pues los hombres serán recompensados de acuerdo con sus obras.
Es la fragancia de los méritos de Cristo lo que hace aceptable para Dios
nuestras buenas obras, y es la gracia la que nos capacita para hacer las obras
por las cuales él nos recompensa.
Nuestras
obras en sí mismas, y por sí mismas, no tienen ningún mérito. Cuando hemos
hecho todo lo que nos es posible hacer, debemos considerarnos como siervos
inútiles. No merecemos ninguna gratitud de parte de Dios. Solamente hemos hecho
lo que es nuestro deber hacer, y nuestras obras no podrían haber sido hechas
con la fuerza de nuestra propia naturaleza pecaminosa” (Mensajes selectos, t.
3, pp. 227,228).
El objetivo
de las buenas obras no es llamar la atención sobre nosotros mismos, sino
inducir a los demás para que miren a nuestro Padre celestial. Esta cuestión es
fundamental porque tendemos a hacer
buenas
obras para impresionar a los demás. Nuestra naturaleza soberbia y pecaminosa
nos lleva a practicar buenas obras por razones egoístas.
Supongamos
que alguien está enfermo y que el diablo entra en la habitación y lo sana.
¿Podríamos decir que el diablo hizo una “buena obra” porque curó al enfermo? La
respuesta es que no. Satanás nunca
haría nada
que pudiera glorificar a Dios. De hecho, cualquier cosa que haga el maligno, por
buena que parezca, tiene un único fin: causar la ruina eterna de la persona a
la que, en apariencia, ha ayudado. De la misma manera, aunque esté revestido de
una apariencia de bondad, lo que no se hace para gloria de Dios nunca traerá
nada bueno.
Que Dios
nos ayude para que, si comemos, bebemos o hacemos cualquier otra cosa, sea todo
para la gloria de Dios (1 Cor. 10:31).
Fuentes:
Reflexiones Cristianas
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