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| Santiago 1.1-8 | La fe es la esencia de nuestra vida cristiana. Es el medio por el cual somos salvos, recibimos
perdón de nuestros pecados, disfrutamos de una relación personal con el Señor,
y tenemos la seguridad de nuestra salvación.
Por
fe, experimentamos la paz de Dios y el poder del Espíritu Santo. La Biblia
también nos dice que orar con absoluta confianza “puede mucho” (Stg 5.16). Sin
embargo, nuestra vida, y sobre todo nuestras oraciones, tienden a
caracterizarse por las dudas y la fe vacilante.
Nuestra fe vacila cuando. . .
Aplicamos la lógica humana a nuestras
circunstancias.
A veces, Dios nos exigirá que hagamos algo con lo cual la lógica humana no
estará de acuerdo (Is 55.9).
Permitimos que nuestros sentimientos se
impongan a nuestra fe. Puede ser un sentido de incompetencia lo que nos haga tropezar. El
temor a la crítica o al fracaso puede hacernos dudar de que seamos capaces de
hacer lo que el Señor pide.
No vemos a Dios actuando en nuestras
circunstancias.
Las dudas se cuelan cuando le pedimos al Señor que actúe, pero pareciera que
nada sucede.
Tenemos sentimientos de culpa por
pecados pasados o presentes. No podemos responder con fe cuando estamos bajo convicción de pecado o
pensando todo el tiempo en una falta cometida en el pasado.
Escuchamos las mentiras del enemigo. Satanás es el padre de mentira, y su
objetivo es que rechacemos la verdad de Dios, y creamos en sus artimañas.
Fe
es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (He
11.1). ¿Cómo está su fe? ¿La confianza y la seguridad caracterizan su vida?
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