Leer: 1
Pedro 1:3-9
| En 1966, el
senador estadounidense Robert Kennedy hizo una visita influyente a Sudáfrica,
donde brindó palabras de ánimo a los opositores del apartheid en su famoso
discurso «Una ola de esperanza», pronunciado en la Universidad de Ciudad del
Cabo. Declaró: «Cada vez que un hombre lucha por un ideal, o actúa para ayudar
a otros o se rebela ante la injusticia, está generando una pequeña ola de
esperanza, y millones de esas pequeñas olas, cruzándose entre sí y sumando
intensidad, forman un maremoto capaz de derrumbar los muros de resistencia y
opresión más poderosos».
En este
mundo, la esperanza a veces parece escasear. Sin embargo, el seguidor de Cristo
dispone de una esperanza final. Pedro escribió: «Bendito el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para
una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos» (1 Pedro
1:3).
Por la
certeza de la resurrección de Cristo, el hijo de Dios tiene una seguridad mucho
mayor que una simple ola. Es una corriente asombrosa de confianza en la
fidelidad de Aquel que conquistó la muerte por nosotros. Jesucristo, al
triunfar sobre la muerte (nuestro mayor enemigo), nos infunde esperanza en las
situaciones más desesperantes.
¿En quién tienes puesta tu esperanza eterna?
En Cristo, los desesperanzados
encuentran esperanza.
NUESTRO PAN DIARIO
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