La Fe ve lo
invisible, cree lo increíble y recibe lo imposible.
La Fe es
aceptar lo imposible, arreglárselas sin lo indispensable y sobrellevar lo
intolerable.
YO CREO…
Yo creo en
el sol,
Aun cuando
no brilla;
Yo creo en
el amor,
Aun cuando
no lo siento;
Yo creo en
Dios,
Aun cuando
calla.
En
Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial, se encontraron
las
siguientes palabras escritas en las paredes de un sótano de Colonia:
La fe nos
permite regocijarnos en El Señor
de que
nuestras enfermedades sean escenarios
en los que
Él manifiesta Su gracia.
Todos los
gigantes de la fe fueron seres débiles
que
hicieron grandes cosas para Dios porque
tenían la
certeza de que Él estaba con ellos.
Si nos
aventuramos más a tomar
las
promesas de Dios al pie de la letra,
descubriríamos
un mundo de maravillas
que aun
desconocemos completamente.
La fe de
una persona no se mide
según lo
que dice de ella,
sino según
lo que hace con ella.
Al salir,
Abraham no estaba
muy seguro
de su destino, pero
sí estaba
seguro de su compañía.
La fe sigue
a Dios ciegamente,
aunque a
veces tiemble.
Por el
contrario, la vista calcula,
considera,
anda con cautela
y se
retrae.
La fe nos
da el valor para enfrentar el presente
con
confianza y el futuro con esperanza.
No debemos
tener miedo de poner un
futuro que
desconocemos en las manos
de un Dios
a quien sí conocemos.
Hay mil
maneras de agradar a Dios,
pero no hay
maneras de hacerlo sin fe.
La única fe
que existe
es la que
tiene plena
fe en Dios.
La fe es el
viento que hincha las velas de nuestro
barco de
esperanza, llevándolo a su ansiado destino.
Tanto la fe
como el temor entran en el puerto de
nuestra mente,
pero solo
debemos permitir que ancle la fe.
Los pasos
de la fe de Abraham:
Lo dejó
todo por Dios;
Lo dejó
todo en manos de Dios;
En Dios lo
halló todo
Y a Él le
entregó todo.
Hebreos 11:8-10; 16-17; Romanos 4:12.
RENUEVO DE PLENITUD
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