El que
habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Salmos
17:8 y 91:1.
Fuiste
fortaleza al pobre, fortaleza al menesteroso en su aflicción, refugio contra
el turbión, sombra contra el calor. Isaías 25:4.
“El siervo
suspira por la sombra”, dice la Biblia (Job 7:2). El obrero que trabaja bajo el
calor abrumador de los meses de verano aprecia un rincón de sombra para
descansar y hallar un poco de frescor.
Antes de
llegar a ser rey, David, rechazado y perseguido en el desierto de Judá,
comprueba la hostilidad del lugar: “Tierra seca y árida donde no hay aguas”
(Salmo 63:1). ¿Buscó un alivio físico, por más que le apeteciese? No, era su
alma la que tenía sed; él buscaba un refugio moral, y lo halló en Dios, a quien
dijo: “Has sido mi socorro y así en la sombra de tus alas me regocijaré” (v.
7); en este refugio pudo apreciar la bondad de Dios. En las dificultades y las
pruebas de la vida es necesario que busquemos esta sombra para hallar el reposo
y el refrigerio para nuestra alma.
El profeta
Isaías escribe: “Será aquel varón como escondedero contra el viento… como
sombra de gran peñasco en tierra calurosa” (Isaías 32:2). Estas palabras del
profeta nos presentan al Hijo de Dios, quien vino a la tierra para participar
de nuestra condición. Él pasó por el cansancio, el hambre, la sed y los
sufrimientos, por lo tanto puede comprender perfectamente nuestras necesidades;
y como es Dios, puede satisfacerlas.
(El Versículo
del Día)
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