Leer | 2 CRÓNICAS
20.14-25 | “Mi jefe es intolerable, Señor. Te ruego que
me ayudes a conseguir otro empleo”.
“Señor,
esta espalda me está arruinando la vida. ¡Ten misericordia de mí, y sáname!”
Todos los
cristianos estamos de acuerdo con que Dios responde las oraciones. Sin embargo,
hay quienes dirían: “Él responde la mayoría de las oraciones, pero no las
mías”.
Un creyente puede clamar a Dios con fervor sin recibir lo que considera
una respuesta satisfactoria. El problema no es la falta de disposición o la
imposibilidad de Dios de responder, sino más bien la palabra “satisfactoria”.
Si venimos a Dios con una idea preconcebida de cómo debe resolverse nuestro
problema, es probable que pasemos por alto la solución perfecta que Él tiene.
Supongamos
que el rey Josafat hubiera determinado que Dios sólo podía responder su oración
dándole a su ejército más aguante para la batalla que se avecinaba. Habría
convocado a un consejo de guerra y armado a sus soldados. Pero la solución de
Dios era enviar a un coro para cantar alabanzas y salvar a Israel. Si el
ejército israelita hubiera ido a combate, habrían perdido Jerusalén.
A veces, no
nos gustan las soluciones de Dios. Deseamos vernos libres de las dificultades,
en vez de orar por una dosis extra de gracia para soportarlas.
Es normal
querer que el Señor lo arregle todo, sin requerir esfuerzo de nuestra parte.
Pero nuestra disposición de obedecer es clave para que la oración tenga
respuesta. Cuando Dios nos diga cómo resolver nuestro problema, debemos actuar
tal como Él dice, o nunca estaremos satisfechos.
(En
Contacto)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.