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EFESIOS 6.10-12 | Satanás sí existe, y nuestra destrozada
sociedad es testigo de su realidad. Quienes lo ignoran, lo hacen por su cuenta
y riesgo. Esto también es cierto para los cristianos, porque todos estamos en
guerra contra él. La batalla espiritual es personal; Satanás crea con gran
destreza ataques para cada persona. Aunque no puede robarle al creyente el
Espíritu de Dios, si puede, y de hecho lo hace, molestarnos física, mental,
emocional y espiritualmente. Cada ataque tiene el propósito de derrotar nuestro
testimonio para que no podamos tener una vida victoriosa centrada en Cristo.
Nuestro
enemigo no es omnisciente, pero sí astuto. Observa nuestras fortalezas y
nuestras debilidades para determinar cómo atacarnos. Tan pronto como su presa
se vuelve cómoda y lo que menos espera es tener problemas, el diablo acciona
una trampa. Por ejemplo, puede tentar a un esposo para que tome una decisión
financiera poco sabia, que enoje a la esposa y la haga sentir insegura. Pero el
esposo no es su enemigo; él necesita el amor y el perdón de ella. El enemigo es
siempre Satanás y su legión de demonios.
La primera
regla de la batalla es conocer a nuestro enemigo, y gracias a las Sagradas
Escrituras podemos hacer eso. La Biblia contiene también una garantía
importante: “Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1
Jn 4.4).
Las fuerzas
unidas del infierno no pueden igualarse al poder sobrenatural que hay en un
solo creyente. Tenemos a Cristo viviendo dentro de nosotros, el mismo Cristo
que triunfó en la cruz y cuya victoria final sobre Satanás está profetizado en
Apocalipsis. Por medio de Él, podemos vencer a Satanás.
(En Contacto)
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