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CRÓNICAS 20.1-13 | El énfasis cultural en el “yo” personal ha
generado una crisis en cuanto a la oración. Muchos creyentes se enfocan en un
problema o en lo que creen que puede ser su solución, en vez de hacer de Dios
el centro de su atención. Segundo de Crónicas 20 nos enseña una manera mejor de
actuar.
El rey
Josafat enfrentaba una grave situación: “una gran multitud” se acercaba
rápidamente para destronarlo. Si él se hubiera puesto a retorcerse
nerviosamente las manos y a llorar con desesperación en vez de concentrarse en
Dios y su ayuda, Jerusalén hubiera sido destruida como era el propósito de los
moabitas y los amonitas.
Por medio
de las palabras de su poderoso ruego, Josafat reveló su firme convicción de que
ningún problema —ni siquiera los devastadores ejércitos que se acercaban
velozmente— era mayor que el Señor del universo. El ejército israelita no podía
hacer nada contra esa violenta arremetida, pero el rey se negó a sucumbir a su
temor y desesperación iniciales. “A ti volvemos nuestros ojos”, afirmó. En
otras palabras: “Sabemos que tienes un plan, y estamos esperando ver lo que
harás”. Buscar la voluntad del Señor y su manera de hacer las cosas, que es la
mejor, es una prioridad para quienes quieran resolver los problemas por medio
de la oración.
Dios no
quiere que oremos esporádicamente, diciéndole: “Señor, te ruego que resuelvas
mi problema. ¡Amén!”, para después ocuparnos de los asuntos del día. Si el
Señor va a resolver alguno de nuestros problemas, debemos tener abiertos
nuestros oídos, mentes y corazones para obedecer a su respuesta.
(En
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