Leer | 2
CORINTIOS 1.3-6 | Al Señor nunca se le toma por sorpresa. Él
sabe por todo lo que estamos pasando y está dirigiendo todas nuestras
circunstancias tanto para nuestro bien como para su gloria, conforme a su buena
voluntad.
Uno de los
propósitos de las dificultades es limpiarnos. Por nuestra naturaleza “carnal”,
y el mundo egocéntrico en que vivimos, es fácil desarrollar actitudes centradas
en uno mismo, prioridades confusas y costumbres impías. Por tanto, las
presiones que nos sobrevienen en situaciones tormentosas tienen el propósito de
llevarnos al arrepentimiento. Nuestras pruebas no son para hundirnos, sino más
bien para purificarnos y llevarnos de vuelta a la senda del temor a Dios.
Otra razón
para la adversidad es enseñarnos cómo consolar a otros. La obra de Dios en
nuestras vidas no es solamente para nosotros. Está diseñada para que alcancemos
a un mundo que no conoce al Señor. Él usa las presiones que enfrentamos para
prepararnos en cuanto al servicio a los demás. Cuando padecemos sufrimientos,
descubrimos la suficiencia de Dios, su presencia consoladora y su provisión de
fortaleza para ayudarnos a soportar. Nuestro testimonio durante los tiempos de
dificultad será auténtico; aquellos a quienes ministramos reconocerán que
conocemos y comprendemos su dolor.
Reflexionar
en el propósito divino que hay detrás de nuestras dificultades, puede ayudarnos
a responder a ellas de una manera que honre a Dios. Las lecciones del Señor
normalmente se ponen en claro gradualmente, pero Él estará caminando al lado
suyo a lo largo de todo el camino.
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