“De manera que la Ley ha sido nuestro guía
para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe”. Gálatas
3:24.
Dios nos
habla de muchas formas. Esta mañana, Él me habló mientras veía unas fábulas.
La escena
te puede sonar familiar. El Correcaminos se dirigía por una polvorosa carretera
a toda velocidad. De pronto se detuvo, pintó un túnel negro en la pared de una
gran roca, luego se escondió y esperó. El Coyote llegó y de pronto pegó contra
la piedra. Quedó aplanado por el impacto.
Fue en ese
preciso momento que sentí la presencia de Dios decirme: “Te has sentido así
últimamente ¿no es verdad?”. Sólo respondí: “Sí, Señor, tú sabes que sí”. Lo
que sucedió después me sorprendió.
Mientras
seguían las caricaturas en el televisor, mi mente meditó en Gálatas 3:24: “De
manera que la Ley ha sido nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que
fuéramos justificados por la fe”.
Recordé
momentos en los que había pegado contra un muro en mi propio caminar espiritual.
Era como andar en un laberinto, con muchas vueltas. Anticipé que el siguiente
movimiento sería mi escape, pero sólo encontraba un callejón sin salida.
Hacía
muchos intentos por agradar a Dios, incluso con buenas obras, pero siempre
volvía a un “túnel pintado”: la Ley.
He tratado
de seguir los mandatos de Dios y sólo me he visto fracasar. No te diré cuántas
veces he estado derrotada. Todo el camino, la Ley me enseñaba que era imposible
cumplir los mandamientos por mi propia voluntad; sin importar cuánto lo
intentara iba a fallar.
Me imaginé
a Dios entristecido al verme ser terca en alejarme de su verdad. Siempre
dispuesta de seguir mi propio camino y pensar que la próxima vez sería
distinto.
El pasaje
continúa (versos 25-26): “Pero ahora que ha venido la fe, ya no estamos bajo un
guía, porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús”.
Pensé que
era sabia, pero requirió de un dibujo animado para recordarme que los
pensamientos de Dios y sus caminos, no son los míos (Isaías 55:8).
Oración
Señor,
quiero agradarte, pero reconozco que en muchos intentos he fracasado. Quizá no
sea la mejor persona y quizá continúe con mis caídas, pero quiero sentir tu
perdón y tu ayuda para levantarme las veces que sean necesarias y seguir. No me
dejes, Señor. En el nombre de Jesús. Amén.
Escrito por Missey Butler. Escritora invitada
Fuentes: Club 700
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