La
respuesta a esta primera pregunta del “Dos Minutos” de hoy es muy sencilla:
usted será un líder si hay personas que desean hacer lo que usted quiere que
ellos hagan, solo por complacerlo, solo por hacerlo sonreír.
Hay
mentecatos que aseguran con desprecio que la única razón por la que la gente
hace las cosas es por dinero. Creer esto es una necedad que bordea la
estupidez, y muestra una total ignorancia acerca de la naturaleza humana.
La
motivación última no es nunca material. Es eso interno, quizás íntimo, lo que
nos mueve, dirige y da sentido a nuestra vida.
Y todos necesitamos motivación para vivir. Y un líder es un motivador.
En conclusión: usted es un líder si hay personas que desean hacer lo que usted
quiere que hagan, solo para que usted se sienta bien, solo para complacerlo a
usted.
Y esto no
es fácil. Quizás por eso hay tantas personas desalentadas y desorientadas en la
vida: no tienen un motivador, no tienen un líder.
Pasemos
ahora a la segunda pregunta.
¿Es Dios mi
líder?
En el
evangelio de hoy (Marcos 7,31-37) aparece el Señor curando a un hombre
sordomudo. Lo llevó aparte, le puso los dedos en sus oídos y en su lengua, dijo
“Effetá”, (que quiere decir “ábrete”) y el hombre, por primera vez, pudo oír y
hablar.
Magnífico
regalo éste que hizo el Señor a este pobre hombre solo movido por la compasión.
La gente, como es natural, estaba asombrada, pero Él enseguida “les prohibió
decírselo a nadie” (les prohibió “publicarlo en los periódicos”).
Aquí
aparece claramente que la motivación del Señor no era la popularidad, la fama,
el aplauso, la importancia, y mucho menos el dinero que podían haberle pagado.
Su
motivación era la compasión, su móvil era el amor, y ese amor se traducía
invariablemente en servir, en dar amor. Suya es la idea que aparece en Hechos
20,35:
“Hay más
dicha en dar que en recibir”
En otra
ocasión, él había dicho a sus discípulos esta otra frase:
“Yo tengo
un alimento que ustedes no conocen” (Juan 4, 32)
Ellos no lo
entendieron, porque aún no habían descubierto el secreto de la dicha: aprender
a ser feliz cuando uno complace a Dios sirviendo. Un sabio llamado Rabindranath
Tagore, premio nobel, oriundo de la India, parece que descubrió este secreto, y
lo expresó de esta forma:
“Dormí, y
soñé que la vida era alegría, desperté, y descubrí que la vida es servicio,
serví, y en el servicio encontré la alegría”.
El líder de
Jesús era su Padre. Era el único a quien deseaba complacer. Y lo complacía
siendo compasivo, amando, sirviendo. Y el Padre lo veía y sonreía.
En el
momento en que yo, al igual que el Señor y muchos otros, como Tagore, tenga el
sólo móvil de hacer sonreír a Dios, habré descubierto el secreto de mi propia
felicidad: habré aprendido a ser dichoso cuando sirva. Dios será mi líder.
Y seré
dichoso porque sabré que el Padre, que ve en lo secreto, sabrá que solo su amor
es lo que me mueve, me verá y sonreirá. Y Dios será mi líder, Y eso será suficiente.
Por Luis García Dubus | Santo Domingo
Fuentes: Listin
Diario
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