“Un día en que debían presentarse ante el Señor
sus servidores celestiales, se presentó también el ángel acusador entre ellos.
El Señor le preguntó: ¿De dónde vienes? y el acusador contestó: He andado recorriendo
la tierra de un lado a otro” Job 1: 6,7 (Dios Habla Hoy)
Una
acusación, es el cargo que se formula ante una autoridad contra una persona por
considerarla responsable de un delito o falta, quien lo cometió es el acusado,
y quien se encarga de llevarlo a la autoridad en busca de que se le castigue es
el acusador. En el sentido espiritual Dios es la autoridad, el enemigo el
acusador y nosotros los acusados. Sinceramente creo que no existe nadie en el
mundo que no cometa errores, todos tenemos faltas y cosas que en algún momento hemos hecho mal,
equivocaciones que a pesar de no haber querido cometemos, y de las que después
nos sentimos mal de haber hecho.
A veces sin
darnos cuenta en el momento, le fallamos a Dios, cometemos faltas contra Él, y
desobedecemos a lo que nos ha mandado a hacer, o por el contrario, hacemos lo
que nos pidió no hacer, y es ahí donde el acusador aprovecha y busca delatarnos
para que recibamos el castigo, pero también llega el momento en el que
arrepentidos de lo que hicimos vamos y pedimos perdón a nuestra autoridad que
es Dios, y Él sin dudarlo nos lo otorga.
Pero muchas
veces mientras Dios nos perdona, el enemigo se encarga de acusarnos y
recordarnos cada uno de nuestros errores, hace todo lo posible por hacernos
sentir condenados, una y otra vez nos acusa por haber fallado, y hace todo por
evitar que experimentemos el perdón de Dios, aun sabiendo que nunca nos lo
negará busca a toda costa generar sentimientos de culpa. Es normal sentirse mal
por haber fallado, pero no cuando Dios ya te ha perdonado, porque los
sentimientos posteriores al perdón de Dios solo deberían generar paz, y el
deseo de no volver a fallarle.
Es
importante saber que a pesar de haber fallado, si hay un arrepentimiento real
Dios perdona cualquier pecado que cometimos.
Pero si confesamos nuestros pecados, podemos
confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos
limpiará de toda maldad. 1 de Juan 1:7 (Dios Habla Hoy)
Nada, ni
nadie puede cambiar lo que está escrito en La Biblia, el perdón del que Dios
nos habla no cubre solo los pecados más pequeños, su perdón cubre absolutamente
todas las faltas, la magnitud del perdón de Dios no se mide de una manera
humana, si fuera así, seríamos tantos los que no alcanzaríamos su perdón, mas
Dios, de una manera sobrehumana lo hace, para darnos en cada día una nueva
oportunidad, a él no le importa lo que va y dice el acusador de ti, lo que
realmente le interesa es perdonarte y darte paz.
A veces a
pesar del tiempo que ha pasado o de los años que llevamos de conocer a Dios hay
cosas de nuestro pasado que nos siguen culpando, y es que el enemigo nunca
desperdicia la oportunidad de hacernos sentir mal, de recordarnos nuestros
errores, y de hacernos creer que hay cosas que Dios no nos perdonará, cuanto mal hicimos o cuantas
malas actitudes tuvimos, y aun en el presente, es como si estuviera siempre
pendiente de en qué momento nos equivocamos para correr a acusarnos y aunque
sabe que Dios nos perdonará, busca la manera de hacernos creer que no lo hará o
que no lo merecemos.
Todos
tenemos un pasado, todos algún día cometimos errores, pero independientemente
de todo lo que pudiste haber hecho, el presente es una nueva oportunidad que
hay que aprovechar, tal vez no puedas cambiar el pasado, pero si puedes
recuperarte y aprovechar el presente para ser mejores, De
modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas. 2
Corintios 5:17 (Reina-Valera 1960)
¡Anímate!
No es tiempo para lamentarse por cosas que Dios ya te ha perdonado, el acusador
no tiene motivos para condenarte, el único que puede hacerlo te ha otorgado ya
su perdón, y te da en cada día una nueva oportunidad de vivir porque sus
misericordias son nuevas cada mañana, mejor es ponernos a cuentas con Dios cada
día para no tener acusaciones en nuestra contra, todos fallamos, pero la
misericordia de Dios es grande y su sangre aun hoy nos limpia de todo pecado.
La próxima vez que te sientas como una víctima
del acusador, recuerda estas palabras: “Hijitos míos, estas cosas os escribo
para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el
Padre, a Jesucristo el justo”. 1 Juan 2:1 (Reina-Valera 1960)
Autora: Maite Leija
Escrito para: www.devocionaldiario.com
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