LEA: Juan 14:1-6 | Una vez, mientras trabajaba como agente de
recursos humanos en una empresa de construcción, aceptamos unos trabajos a dos
horas de distancia, lo cual implicaba que los obreros tuvieran que viajar
cuatro horas todos los días y, además, cumplir una jornada laboral completa.
Para facilitar las cosas, hicimos reservas en un hotel durante la semana y
contratamos vehículos y choferes para transportar a los que querían ir y volver
diariamente. ¡Casi todos prefirieron el transporte diario!
Uno de nuestros obreros más rezongones cambió su habitual conducta al
relatar la sorpresa y el entusiasmo de su esposa y sus cuatro hijos la primera
noche que volvió. No les había dicho que existía esa posibilidad, y los
sorprendió. Más tarde, la esposa llamó al dueño de la empresa para agradecerle
y dijo que su familia sería «leal de por vida» con alguien que entiende la
importancia del hogar para los trabajadores.
Todo aquel que no haya tenido una casa, aun por poco tiempo, comprenderá
las consoladoras palabras de Jesús a sus discípulos cuando prometió que les
aguardaba un hogar eterno en el cielo (Juan 14:2). Después, para que el gozo
fuera completo, les dijo que iría a prepararlo, que los guiaría hasta ese lugar
y que, además, Él estaría allí (v. 3).
Recuerda el consuelo más maravilloso de esta vida: Jesús prometió que un
día iremos a casa a estar con Él.
Nada se compara con el hogar; en especial, si ese hogar es el cielo.
(Nuestro Pan Diario)
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