Todos
estamos familiarizados con el Salmo 23. Su mensaje de consuelo es muy conocido
aun entre los incrédulos. Este Salmo
célebre fue escrito por el Rey David, y su pasaje más famoso está en el verso
de entrada: “Jehová es mi pastor; nada me faltará.”
La palabra
Hebrea que David usa para faltará en este verso indica un significado de no
tener. David está diciendo, en otras palabras, “No me faltará nada.” Cuando
combinamos este significado con la primera parte del verso, David está
diciendo, “El Señor me dirige, me guía y me nutre. Y por eso, nada me falta.”
En este
verso breve, David nos da todavía otro reflejo del carácter y la naturaleza del
Señor. La traducción literal en Hebreo de la primera parte de este verso es
Jehová Rohi (Ra’ah). Significa “El Señor mi pastor.”
Jehová Rohi
no es un pastor benigno y pasivo. El no es como un asalariado – alguien que
sólo provee comida y guía. El no solamente apunta hacia los pastos y las
lagunas de agua y nos dice, “Ahí está lo que necesitas. Ve y come.” Ni tampoco
se hace el ciego a nuestras necesidades. El no corre hacia el lado opuesto
cuando escucha nuestros gritos de ayuda ni cuando ve que estamos en problemas.
No, él conoce cada dolor que soportamos, cada lágrima que derramamos, cada
herida que sentimos. El conoce cuando estamos demasiado cansados para dar otro
paso hacia adelante. El sabe cuánto podemos soportar. Más que nada, él sabe
cómo rescatarnos y llevarnos a un lugar para sanarnos. Una y otra vez, nuestro
pastor viene a nosotros, nos trae y nos lleva a un lugar de descanso. Él
continuamente nos hace descansar para tener un tiempo de sanidad y
restauración.
Jehová Rohi
- el Señor nuestro pastor – nos insta a que lo sigamos para ir a su descanso,
para que él pueda “shekinah” en medio de nosotros. El Señor dice en Éxodo
29:45, algo “Y habitaré entre los hijos
de Israel, y seré su Dios.” La palabra Hebrea para “habitaré” aquí es Sekinah,
que significa “permanecer por”, o “asentarse junto a.” Esta palabra no
significa una presencia pasajera, sino una presencia permanente – una presencia
que nunca nos deja. En corto, la gloria sekinah de Dios no es una marca que
desaparece de nuestros corazones como una tinta invisible. No, es algo que Dios implanta permanentemente en
nuestra alma. Es su eterna y muy cercana presencia.
Este cuadro
aquí es glorioso: Nuestro pastor ofrece venir a nosotros en medio de nuestro
dolor y de nuestra condición de depresión, y sentarse junto a nosotros. Él
promete curar nuestras heridas y enderezar las partes nuestras que han quedado
enfermas y malogradas.
Esa es la
gloria sekinah de Dios. La presencia del Señor que permanece y que dura para
siempre. Y muy a menudo la experimentamos cuando estamos en apuros. Nuestro
gran pastor nos dice, “Yo quiero restaurarte. Y lo voy a hacer estando presente
contigo, aún en el valle y en las sombras de muerte. Mi presencia estará
contigo a través de todo lo que el enemigo lance contra ti. Aún si tratas de
alejarte de mí, yo voy a correr tras de ti. Y cuando te alcance, te tomaré en
mis brazos y te llevaré a mi descanso. Entonces vendaré tus heridas y sanaré
todas tus enfermedades”
(David
Wilkerson, fallecido)
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