Alguien se
jactaba malévolamente de sí mismo cuando decía: “Por donde pisa Billy no crece
más el pasto!”
La idea del
personaje era inspirar miedo a sus rivales, transmitir la idea de que él era
malo, muy malo. El más malo y cruel de todos. Sin embargo, más allá de la
ficción existen muchos “Billys” en la vida real.
Hay quienes
son capaces de dejar huellas, profundas e indelebles huellas en la vida de las
personas a su paso. Otras, en cambio van dejando un reguero de caídos, de gente
lastimada, de almas heridas. Justamente, donde ellos pisan no crece más el
pasto. No hay posibilidad de fruto a su paso.
Es curioso:
una huella se parece bastante a una herida. Son marcas que quedan en el suelo.
Un arado es capaz de crear algo bastante parecido a las heridas en la tierra al
profundizar los surcos. No obstante ello, son “heridas buenas” necesarias para
permitir sacar las impurezas de la tierra, las piedras, eliminar algunas
malezas y permitir que la tierra se oxigene, entre otras cosas. En pocas
palabras, crea una huella que a su momento permitirá rendir su fruto.
¿Qué hace la
diferencia entonces?
No hay
secretos. Es nuestra intimidad con Dios lo que definitivamente hace la
diferencia. Los escritores cristianos nos inspiramos en las Escrituras. Podrás
estar de acuerdo o no, te podrá gustar o no, tal vez compartas o no lo que
escribimos; pero es que cada palabra que escribimos son consideraciones
personales –y sólo eso– sobre lo que ya está escrito. Pero si hay algo certero
es que más allá de que lo que se escribe se comparta o no, depende de nuestra
intimidad con Dios –tanto del escritor como del lector– el que sea de bendición
o no.
Ha habido
momentos de la vida de quien esto escribe en que la relación con Dios ha sido
tensa y distante. Otros, en cambio, de profunda comunión. Y ello siempre se ha
puesto de manifiesto por sí mismo. Por lo que si de alguna bendición he sido,
si algo bueno viste en mí, eso el Señor lo hizo y nada más que a El se lo
debes. Es el estado de nuestra intimidad con Dios la que determina el impacto
que han de causar nuestras vidas. Es la adversidad un puente hacia una relación
más profunda con Nuestro Señor.
Sin importar lo que hagamos en nuestro servicio cristiano, Dios nos ha
llamado a ser Labradores de Almas. Depende de nuestra intimidad con Dios, que
dejemos surcos o heridas.
Escucha, oh SEÑOR, mis palabras. Considera la
meditación mía. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a
ti oraré. [Oh] SEÑOR, de mañana oirás mi voz; de mañana [me] presentaré a ti, y
esperaré. (Salmos 5:1-3 RV2000)
Autor: Luis Caccia Guerra
(Devocional Diario)
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