Roberto argumentó que Dios no escuchaba sus oraciones y, literalmente,
no volvió a hacerlo. “Pareciera que Dios se olvidó de mí”, argumentó como
sustento para su decisión de no seguir clamando. Algunas de sus peticiones
–dijo—jamás habían tenido eco. “Mis oraciones no pasaban del techo de la casa”,
se quejó.
Él no es el único. Posiblemente usted se encuentra en una situación
similar. Considera que no vale la pena seguir orando. ¿Le ha ocurrido alguna
vez? Lo embargó el desánimo y quizá la frustración.
Si es así resulta de suma importancia que lea cinco razones por las
cuales nuestras oraciones no reciben respuesta. Estoy seguro que despejará
muchos de sus interrogantes:
1.
Cuando usamos mucha palabrería
¿Dios necesita que le convenzamos para que obre un milagro? Sin duda que
no. La llave para obtener la manifestación milagrosa, parte de nuestras
oraciones. ¿Cómo deben ser? Específicas. Al Señor no lo presionamos con
palabras bonitas ni tampoco dando muchos rodeos para pedir algo.
Este principio se encuentra ilustrado en la enseñanza que impartió el
Señor Jesús: “Y
orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su
palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro
Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.”(Mateo
6:5-8)
Cuando tomamos conciencia de la poderosa enseñanza que encierra este
pasaje, sin duda nos vemos avocados a revisar qué tipo oraciones elevamos
delante del Señor.
Dios nos ama, atiende nuestro clamor, pero como Padre amoroso espera que
seamos directos, puntuales. Hablar y hablar no lleva más que a un desgaste
personal. Dios está atento a la disposición del corazón, no a lo mucho que le
decimos en procura de algo en particular.
2.
Cuando no hay sano propósito en el corazón
Viene a mi memoria la historia de un creyente que pedía a Dios un auto.
“Señor, los domingos es muy complicado tomar bus y ando con toda mi familia.
Provéeme un carro”. Era un clamor insistente. Vez tras vez, lo mismo: un
vehículo.
Y llegó el día en que compró un automóvil nuevo. A través de un crédito
que se dio con facilidad. Pero hasta allí llegó el cristiano. Los domingos no
iba a la iglesia, con el auto nuevo, sino de paseo…
El Señor conoce las intenciones de nuestro corazón y en gran medida, ese
propósito oculto levanta una barrera para que nuestras oraciones reciban
respuesta, como explicó el apóstol Santiago: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos
entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros
miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis
y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis
lo que deseáis, porque no pedís. Pedís,
y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ” (Santiago
4:1.3)
Es importante revisar por qué y para qué pedimos las cosas. Evaluar qué
motiva nuestras oraciones. Es revisión es esencial, porque si nos estimula
experimentar una revolución en nuestra vida espiritual, es importante pedir
conforme a la voluntad de Dios, que en cuanto nos concede, Él sea glorificado y
esté en consonancia con lo que desea para nosotros.
3.
Cuando hay altivez en nuestro corazón
Elevar nuestras oraciones a Dios debe ir acompañado de una actitud
humilde. Pensar que Dios está obligado a darnos las cosas, es un tremendo
error. El nos provee, obra milagros y cambia las circunstancias por el amor que
nos tiene, no porque sea su compromiso. Lo hace por gracia, por misericordia
pero, ante todo, por amor.
Es importante que reevaluemos nuestra vida de oración también en cuanto
a la actitud que nos asiste en el momento en que elevamos nuestra voz al Señor.
Nuestro amado Salvador Jesús ilustró la importancia de la humildad al
relatar la parábola del fariseo y el publicano: “A unos que confiaban en sí mismos como
justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres
subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo
mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros
hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos
veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni
aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé
propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes
que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se
humilla será enaltecido. ” (Lucas 18:9-14)
Dios desea responder a nuestras oraciones... lo que debemos revisar es
por qué esas oraciones no reciben respuesta...
Téngalo siempre presente: Dios responde a nuestras oraciones por amor,
no porque algo o alguien le obliguen.
4.
Cuando anidamos pecado en el corazón
Infinidad de personas procuran disponer del Dios bombero. Un Dios hecho
a su manera, al que puedan acudir sólo cuando lo necesitan.
“Estoy buscando al Señor para que obre un milagro pero no me responde”,
me compartió un hombre de negocios que necesitaba encontrar una “salida rápida”
al cúmulo de deudas que enfrentaba y creía que el camino rápido y económico era
el Padre celestial. Al revisar su vida, encontrarnos que no quería renunciar a
una vida disipada. Su propósito era seguir pecado pero al tiempo, recibir
milagros del Creador.
¿Es posible? Por supuesto, va en contravía de lo dispuesto por el Padre
ya que Él advirtió: “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus
oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos
que hacen el mal.”(1 Pedro 3:12)
Fidelidad a Dios va de la mano con una vida de milagros. Piense en eso.
Es una Ley del Reino. No podrá modificarla por mucho que quiera o crea que es
como debería ser.
5.
Cuando las oraciones no van de la mano con la fe
Si oramos es porque dentro de nosotros hay un convencimiento, y es que
Dios responderá con poder en la medida en que haya fe en nuestro corazón al
orar.
El Señor Jesús enseñó: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando,
creed que lo recibiréis, y os vendrá.”(Marcos 11:24)
Le invito a considerar los elementos que encierra esta enseñanza: Pedir
lo que necesitemos, en oración; tener la certeza de que –si
pedimos—recibiremos. Y saber esperar en el tiempo de Dios que va de la mano con
la perseverancia.
Le invito a considerar estos cinco elementos respecto a por qué muchas
veces no encontramos respuesta a nuestras oraciones. Un análisis juicioso nos
llevará a aplicar correctivos y asumir compromiso con el Señor. Si oramos,
recibimos, pero debe haber fidelidad a Dios, compromiso y perseverancia.
A propósito, ¿Ya recibió a Jesucristo? Hoy es el día para que lo haga.
Ábrale las puertas de su corazón. Puedo asegurarle que no se arrepentirá de dar
ese paso porque prendidos de la mano del Señor Jesús emprendemos el maravilloso
camino hacia el crecimiento personal y espiritual. Él e4s quien nos da la
fuerza necesaria para crecer.
Fuentes: Estudios Bíblicos
Por Fernando Alexis Jiménez
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