Estamos en
el mes de julio. En la playa muchas personas aprovechan el radiante sol de verano.
Nuevos turistas vienen continuamente a instalarse, pronto ya no quedará más
sitio… ¿Habrá suficiente sol para todos? ¿Los rayos que recibo menguarán su
intensidad porque cada vez hay más gente? ¡No, afortunadamente! El sol alegra y
calienta a todos. En mi rinconcito de playa, es como si brillase sólo para mí.
¡El sol es demasiado grande!
Esto me
hace pensar en el amor de Dios por cada una de sus criaturas. El amor es la
naturaleza de Dios; él es infinito, y su amor también. Millones de seres humanos
se benefician de él. En el ámbito de las matemáticas sabemos que el infinito
dividido por un número incluso muy grande, sigue siendo infinito. Pues bien,
este amor infinito de Dios pertenece completamente a cada uno de nosotros;
nuestra porción personal no se ve reducida por el gran número de los que se
benefician de él.
Dios es
infinitamente grande, por ello puede amar a cada uno de nosotros personalmente,
y ocuparse de nosotros como si fuésemos únicos. Para nosotros, que somos seres
finitos, ¡eso sería imposible!
Dios es
amor.
1 Juan 4:16
(El Señor
dijo): Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.
Jeremías
31:3
A fin de
que… seáis plenamente capaces… de conocer el amor de Cristo, que excede a todo
conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
Efesios
3:17-19
El apóstol
Pablo escribió: “El Hijo de Dios… me amó y se entregó a sí mismo por mí”
(Gálatas 2:20). ¡Se entregó por mí, como si yo fuese único, porque me amaba!
¡Recibamos
simplemente este maravilloso amor, mucho más precioso que el calor del sol!
Por: La
Buena Semilla y El Versículo del Día
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