Leer: Mateo
9:35-38
| A finales del siglo xix, William Carey sintió el llamado a viajar a la
India como misionero, para compartir la buena noticia de Jesús. Algunos
pastores se mofaron, diciendo: «Joven, si Dios quiere salvar [a alguien] en
India, ¡lo hará sin tu ayuda ni la nuestra!». No entendían el concepto de la
coparticipación. Dios hace muy poco en la Tierra sin personas como nosotros.
Como
participantes en la obra del Señor en este mundo, insistimos en que se haga su
voluntad, pero, al mismo tiempo, nos comprometemos a hacer lo que Él requiera
de nuestra parte. «Venga tu reino. Hágase tu voluntad», es lo que Jesús nos
enseñó a orar (Mateo 6:10). Estas palabras no son una calmada petición, sino
una santa demanda. ¡Danos justicia! ¡Endereza el mundo!
El papel de
Dios y el nuestro son diferentes. Nuestra función es seguir los pasos del
Señor, llevando a cabo su obra mediante nuestras acciones y plegarias.
Tomando
prestada la metáfora de Pablo en Colosenses 1:24, somos el cuerpo de Cristo en
la Tierra. Cuando somos misericordiosos con los que sufren, estamos
alcanzándolos con las manos del propio Señor.
Señor, tú
nos has llamado amigos. Aunque sea con una pequeña acción,
ayúdanos a mostrar tu amor a este mundo dolido, para que muchos te
conozcan.
«Espera grandes cosas de Dios;
intenta grandes
cosas para Dios». William Carey
NUESTRO PAN DIARIO
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