¡Bendita
seguridad: esperar sola y únicamente en el Señor! Tal debe ser nuestra
condición hoy y todos los días de nuestra vida. Esperar su tiempo, esperar en
su auxilio, esperar con alegría, esperar en oración y contentamiento. El alma
que así espera observa la verdadera actitud de una criatura delante del
Creador, de su siervo delante de su Señor, de un hijo delante de su Padre.
Jamás tratemos
de dictar órdenes a Dios, ni de quejarnos en su presencia; no seamos petulantes
ni desconfiados. No osemos correr delante de la nube, ni buscar el socorro de
los demás, porque ninguna de ambas cosas sería esperar en Dios. Dios y sólo
Dios debe ser la esperanza de nuestras almas.
¡Bendita
certeza! «De Él viene la salud», ya está en camino. La salvación de Él nos
vendrá y de ningún otro. Suya será toda la gloria, porque solamente Él podrá
conseguírnosla. Sin duda Él nos la traerá a su debido tiempo y a su manera. Él
nos librará de la duda, del sufrimiento, de la calumnia y de la miseria.
Aun cuando
no veamos señal alguna de esta liberación, gocémonos esperando la voluntad del
Señor, porque jamás podremos abrigar la menor duda acerca de su amor y fidelidad.
Su obra será cierta y no se hará esperar mucho, y nosotros le alabaremos ahora
por su misericordia futura. Es por eso que hoy es una gran oportunidad para
estar anclado en Dios y así las tormentas no me destruirán.
En Dios
solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación. Salmos 62:1.
Gracias Señor por sostenerme y amarme. En ti
está confiada mi alma. Amén.
Charles
Spurgeon.
Libro De
Cheques Del Banco De la Fe.
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