En este
día, los estadounidenses celebrarán la libertad, y así debe ser. Es uno de los
principios definitorios de su nación. Pero uno pudiera preguntarse: De todos
los que celebran la libertad, ¿cuántos, en realidad, la están experimentando?
Es verdad
que muchos disfrutan del “sueño americano”. Tienen un trabajo bien remunerado y
una casa hermosas. Pero, mientras tanto, su “búsqueda de la felicidad” no ha
sido satisfecha. La razón es porque muchas personas siguen siendo prisioneras
internamente, a pesar de su éxito aparente. Son prisioneras de la ansiedad y la
depresión, o del temor de perder aquello por lo cual trabajaron. No importa qué
tan liberadoras puedan parecen las circunstancias externamente, al final
descubrimos que la libertad tiene que producirse por dentro. Pero ¿cómo
lograrla?
La
respuesta es Jesucristo. Isaías 61.1 profetizó un aspecto clave del ministerio
del Señor: vino para sanar a los quebrantados de corazón y dar libertad a los
cautivos. Cuando ponemos la fe en Él como Salvador, las cadenas que nos impiden
tener gozo son rotas. Somos libertados de las mentiras que han sido programadas
en nuestra mente desde muy pequeños, y comenzamos a ver las cosas desde la
perspectiva divina. Entonces descubrimos que nuestras necesidades, nuestros
deseos y nuestro bienestar general están seguros en los brazos de nuestro
amoroso Padre celestial.
¿Está usted
sintiendo el peso de la ansiedad o de la ira? Mire a Jesús, el autor y
consumador de su fe (He 12. 2), y recuerde la promesa de 2 Corintios 6.2: “He
aquí ahora el día de salvación”. El día en que usted pone su fe en Jesucristo
es el día en que Él le hace libre del temor y de las ataduras.
(En
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