Lectura: Mateo
10:27-33.
"… Sin
embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre" Mateo
10:29 NVI
Una noche,
después de la cena, un pajarito marrón entró volando a nuestra casa por la
puerta delantera. Entonces, comenzó la persecución. Cada vez que mi esposo se
le acercaba, el pequeño intruso revoloteaba desesperado buscando una salida. Antes
que pudiéramos escoltarlo a salvo hacia fuera, la avecilla recorrió la casa tan
frenéticamente que podíamos ver que el pecho le vibraba por los rápidos latidos
del corazón.
A veces,
nosotros estamos como esa pequeña ave: ansiosos, agotados y atemorizados por lo
que podría suceder después. Me consuela pensar que «ni uno de [los pajarillos]
caerá a tierra» sin que Dios lo sepa (Mateo 10:29). Él ve y sabe todo lo que
sucede en nuestro mundo.
«Los ojos
de Jehová están en todo lugar» (Proverbios 15:3), y nada escapa a Su atención,
ni siquiera tú ni yo. Dios comprende y valora los asuntos más delicados de
nuestro ser. Jesús dijo: «Pues aun vuestros cabellos están todos contados»
(Mateo 10:30).
Es
asombroso que Dios lleve la cuenta de nuestras nimiedades personales y que
incluso sea consciente de la desgracia de un ave. Como Él está al tanto de
estos pequeños detalles, podemos confiar en que ve los grandes problemas que
erizan nuestras plumas, y que se ocupa de ellos. Cuando le pedimos auxilio, Su
ayuda siempre se basa en el conocimiento perfecto que tiene de nosotros y de
nuestras circunstancias. Confiémosle nuestras angustiosas
preocupaciones.
Reflexión:
Si Él cuida de las aves, cuidará también de mí.
Nuestro Pan Diario
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