Tenemos un cuerpo que envejece y a menudo se
enferma. La Biblia lo compara a una envoltura, a un tabernáculo (o tienda) e
incluso a un vaso de barro que un día será destruido. Pero lo importante es el
contenido, el ser interior. Los que creen en Jesucristo poseen como tesoro la
presencia gloriosa de Cristo.
También saben que tienen una “casa… eterna” en el
cielo (2 Corintios 5:1). Para ir al encuentro del Señor dejarán su cuerpo,
luego Dios lo transformará en un cuerpo de gloria, semejante al de Jesús
resucitado. Lo principal es lo que no se ve, el ser interior, y lo que Dios
hace brillar en cada uno, si le permitimos actuar en nosotros, por supuesto.
Una herramienta no tiene mucha importancia en
sí misma, pero si se deja en buenas manos puede crear una obra maestra. Eso es
lo que Dios quiere hacer con nuestras vidas, a menudo llenas de preocupaciones,
sufrimientos y a veces de desesperación. «Confía en mi amor, nos dice él.
Cuando sientas tu debilidad, mi poder te fortalecerá».
A los que todavía no creen en él (quizás
usted sea uno de ellos) Jesús les dice: “¿Quieres ser sano?” (Juan 5:6). ¡Qué
sorprendente pregunta! Cuando el hombre paralítico desde hacía 38 años,
acostado a la orilla del estanque de Betesda, escuchó la pregunta de Jesús,
tuvo que tomar una decisión, y respondió: “No tengo quien me meta en el
estanque” (Juan 5:7). Deseaba ser sanado, y el Señor lo sanó.
Fuentes: Amen, Amen
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