lunes, 13 de febrero de 2012

Clavar sus pecados en la cruz



La mejor forma de comprender la magnificencia de Dios es experimentarlo de primera mano. Mis momentos especiales con Dios son cuando Él me habla con imágenes. Son como un video que se transmite en mi mente. Él me muestra una imagen o dos y me dice lo que significa.

Recientemente experimenté algo así. En las últimas semanas Dios me ha hablado y ahora puedo compartírselos.


Contra el enemigo

Jael, del Antiguo Testamento, en mi opinión es genial. Lo que hizo tomó mucho valor.
Ella era la esposa de un amigo del Rey Jabín de Canaán. Él gobernaba al pueblo de Israel, hasta que llegó el día que Dios le dijo a Débora que luchara contra su opresión. Sísara, quien era el comandante del rey, perdió su armada. En busca de su seguridad, entra en casa de Jael. ¡Mala idea!
“Y él le dijo: Te ruego me des de beber un poco de agua, pues tengo sed. Y ella abrió un odre de leche y le dio de beber, y le volvió a cubrir. Y él le dijo: Estate a la puerta de la tienda; y si alguien viniere, y te preguntare, diciendo: ¿Hay aquí alguno? Tú responderás que no. Pero Jael mujer de Heber tomó una estaca de la tienda, y poniendo un mazo en su mano, se le acercó calladamente y le metió la estaca por las sienes, y la enclavó en la tierra, pues él estaba cargado de sueño y cansado; y así murió” (Jueces 4:19-21).

La visión
Todo comenzó con el personaje de Jael. La vi sobre el cuerpo de Sísara. Podía escuchar su valentía al insertar la estaca en su cabeza. Qué escena más desagradable debió ser.
Luego de enfocarme en esta escena, vi otro tiempo y lugar. Fue en un monto. La cruz vino a mi mente y casi siento una estaca en mi mano. Sentí que tal como Jael, debía pegarla, pero contra la cruz.
El Señor me ministró sobre el pecado en mi corazón. En lugar de quedar a los pies de su altar, debía hundirlos en la cruz.

Vi otros clavos sobre el árbol, tan profundos que jamás se podrían sacar.
Odio… Orgullo… Ídolos… Avaricia… Lujuria… Todos martillados sobre la cruz.
Había cierta conclusión al hacer esto. Sentí la libertad de Dios en ese momento, librada de los pecados que habían cubierto mi caminar espiritual durante años.

Con martillo en mano
En ese momento sentí la voz de Jesús decirme: “No estoy ahí. No me lastimarás. Mi sufrimiento ya fue completado. Pon tus pecados sobre la torre de mi sacrificio. No dejes nada atrás, no te aferres a tu pecado. No me vas a lastimar.”
Fue algo increíble. Jesús ya no cargaba mi pecado. La parte difícil se había terminado.
“Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:28).

Estoy aprendiendo que Él se duele más si abrazo mi pecado que si le muestro a Él mi debilidad. El hecho es que estamos desperdiciando la sangre de Jesús si no soltamos el error y aceptamos el perdón completo de Dios.
Jael martilló al enemigo de Dios contra el piso. Para vencer al enemigo hoy en día, y también para ser redimidos por el sacrificio de Jesús, debemos arrepentirnos y martillar nuestro pecado por completo en la cruz.
“El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25).

Control sobre el pecado

A menos de que vayamos contra al pecado, éste nos adueñará.
“Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:34)

Debemos aprender a odiar el pecado tanto como Dios lo hace. Sé que es difícil, y eso Dios lo sabe también. Ciertamente el pecado nos causa tropiezo, pero Dios permanece fiel y tiene una salida. El primer paso es confesar el pecado, luego empezamos a buscar cambiar cómo reaccionamos a la vida, según lo que brinde honra a Dios.

“[Jesús] quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia…” (1° Pedro 2:24a)

Por la muerte y resurrección de Jesús, podemos caminar sin culpabilidad. Cada paso en su gracia, Él deja esos pecados sobre la cruz.

“…Os dio vida juntamente con él, perdonándonos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (Colosenses 2:13b-14).

Escrito por Hannah Goodwyn - Productora CBN.com

Fuentes: Club 700

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