(Jesús)
alzando sus manos, los bendijo.
Y…
bendiciéndolos, se separó de ellos,
y fue
llevado arriba al cielo.
Lucas
24:50-51.
La actitud
de Jesús frente a sus discípulos, en el momento de Su ascensión, conmueve el
corazón. En este momento de separación, antes de dejar a sus amados en el
mundo, una vez más los bendijo a todos.
Una
maravillosa transformación se había efectuado en los discípulos gracias a todo
lo que Jesús les había comunicado. A pesar de la partida de su Maestro muy
amado, sus corazones desbordaban de gozo, mientras que antes de Su muerte, y
después, estaban decepcionados y entristecidos. Fueran las que fueran las circunstancias
que atravesaran los muy amados del Señor, ellos estaban llenos de acciones de
gracias y de gozo porque lo conocían no sólo a Él, sino también Sus palabras
inmutables. Pero ellos esperaban el hermoso momento en que sólo Él llenaría los
corazones, en un mundo nuevo, donde no existirá separación ni motivo de
tristeza.
Llenos de
este gozo, los discípulos esperaron la llegada del Espíritu Santo. Desde el día
de Pentecostés, en la abundancia de la vida divina y bajo la poderosa acción
del Espíritu Santo, ellos cumplieron su servicio, haciendo, como Jesús se lo
había dicho en Juan 14:12, obras mayores que Él mismo, aparte de la redención
que sólo Él pudo cumplir.
El
conocimiento del Señor debe producir en nosotros el deseo de aprender cada vez
más de Él, hasta el día en que nuestro conocimiento sea perfecto; porque
seremos semejantes a Él y le veremos tal como es (1 Juan 3:2).
Fuente:
Amen, Amen
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