Se acaba de publicar
en España ¡Sacadme de aquí! (LibrosLibres), escrito en prisión, en
colaboración con la periodista francesa Anne-Isabelle Tollet, por Asia
Bibi.
El caso de esta mujer pakistaní, madre de
cinco hijos, se convirtió en una noticia mundial en 2010, cuando fue
condenada a la pena capital en aplicación de la ley contra la
"blasfemia", que castiga con la horca a quienes supuestamente ofendan al
islam.
El
hecho que condujo a su sentencia de muerte fue que en junio de 2009,
mientras realizaba tareas de cosecha en el campo, bebió agua de un pozo
reservado a musulmanes e incluso ofreció de él a otra persona sedienta.
Lo que es en los Evangelios una obra de misericordia se convirtió
enseguida en un acta de acusación, máxime cuando Asia Bibi comparó
ventajosamente a Jesucristo con Mahoma.
Cuando una semana
después volvió a la cosecha, fue a buscarla una turba de fanáticos, que
la apaleó primero y la condujo después ante el mulá de la aldea, que le
ofreció renegar de la fe cristiana para salvarse. Asia Bibi no lo hizo, y
tras recibir otra paliza de la muchedumbre fue llevada a prisión, donde
meses después un tribunal resolvió su caso en cuestión de minutos.
Actualmente está a
la espera de un recurso contra su condena en una celda sin ventana ni
servicios higiénicos, aislada de sus compañeros de prisión porque los
islamistas han puesto precio a su vida. El 19 de diciembre la visitó una
delegación de la Fundación Masihi, que lanzó la alarma sobre el
deterioro de su estado de salud físico y mental.
Un testimonio impactante y conmovedor.
A continuación
reproducimos, extraída de ¡Sacadme de aquí!, la carta hasta ahora
inédita que Asia Bibi dirigió a su marido y a sus cinco hijos desde la
cárcel al volver de la sala donde la habían condenado a muerte.
Carta de Asia Bibi a su familia
Mi querido Ashiq, mis queridos hijos:
(...) Desde que he
vuelto a mi celda y sé que voy a morir, todos mis pensamientos se
dirigen a ti, mi amado Ashiq, y a vosotros, mis adorados hijos. Nada
siento más que dejaros solos en plena tormenta.
Tú, Imran, mi hijo
mayor de dieciocho años, te deseo que encuentres una buena esposa, a la
que tú harás feliz como tu padre me ha hecho a mí.
Tú, mi primogénita
Nasima, de veintidós años, ya tienes tu marido, con una familia que tan
bien te ha acogido; da a tu padre pequeños nietecitos que educarás en la
caridad cristiana como te hemos educado nosotros a ti.
Tú, mi dulce Isha,
tienes quince años, aunque seas medio loquilla. Tu papá y yo te hemos
considerado siempre como un regalo de Dios, eres tan buena y generosa...
No intentes entender por qué tu mamá ya no está a tu lado, pero estás
tan presente en mi corazón, tienes en él un lugarcito reservado nada más
que para ti.
«No soy musulmana, pero soy buena pakistaní, católica y patriota, devota de mi país como de Dios.»
Sidra, no tienes más
que trece años, y bien sé que desde que estoy en prisión eres tú la que
se ocupa de las cosas de la casa, eres tú la que cuida de tu hermana
mayor, Isha, que tanto necesita de ayuda. Nada siento más que haberte
conducido a una vida de adulto, tú que eres tan jovencita y que deberías
estar todavía jugando a las muñecas.
Mi pequeña Isham,
sólo tienes nueve años, y vas a perder ya a tu mamá. ¡Dios mío, qué
injusta puede ser la vida! Pero como continuarás yendo a la escuela,
quedarás bien armada para defenderte de la injusticia de los hombres.
Mis niños, no
perdáis ni el valor ni la fe en Jesucristo. Os sonreirán días mejores y
allá arriba, cuando esté en los brazos del Señor, continuaré velando por
vosotros. Pero por favor, os pido a los cinco que seáis prudentes, os
pido no hacer nada que pueda ofender a los musulmanes o las reglas de
este país. Hijas mías, me gustaría que tuvierais la suerte de encontrar
un marido como vuestro padre.
Ashiq, a ti te he
amado desde el primer día, y los veintidós años que hemos pasado juntos
lo prueban. No he dejado nunca de agradecer al cielo haberte encontrado,
haber tenido la suerte de un matrimonio por amor y no concertado, como
es costumbre en nuestra provincia. Teníamos los dos un carácter que
encajaba, pero el destino está ahí, implacable… Individuos infames se
han cruzado en nuestro camino. Hete ahí, solo con los frutos de nuestro
amor: guarda el coraje y el orgullo de nuestra familia.
Hijos míos, (...)
papá y yo hemos tenido siempre el deseo supremo de ser felices y de
haceros felices, aun cuando la vida no es fácil todos los días. Somos
cristianos y pobres, pero nuestra familia es un sol. Me habría gustado
tanto veros crecer, seguir educándoos y hacer de vosotros personas
honestas… ¡y lo seréis! (...) No sé todavía cuándo me cuelgan, pero
estad tranquilos, amores míos, iré con la cabeza bien alta, sin miedo,
porque estaré en compañía de Nuestro Señor y con la Virgen María, que me
acogerán en sus brazos.
Mi buen marido, continúa educando a nuestros niños como yo habría deseado hacerlo contigo.
Ashiq, hijos míos amadísimos, os voy a dejar para siempre, pero os amaré por toda una eternidad.
Mamá.
Fuentes: Religión en Libertad
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