Era un día como otro para Bartimeo, aquel hombre conocido por el pueblo como “el ciego”, aquel hombre que se sentaba junto al camino para mendigar, sin embargo nadie se imaginaria que ese día a pesar que comenzó como cualquier otro sería el día de su milagro.
Sentado en el mismo lugar de siempre,
mendigando esperando que alguien se apiadara de su ceguera y le regalara
unas monedas oyo que Jesús aquel hombre del que había escuchado que
hacia milagros estaba cerca.
A pesar que Bartimeo no podía ver, tenia
un buen oído, seguramente había escuchado como Jesús había sanado a
muchos enfermos y había realizado milagros, entonces seguramente pensó
rápidamente que ésta era su oportunidad por lo cual recurrió a lo único
que tenia: su voz. Era ciego, a lo mejor despreciado por su impedimento y
mal visto, sin embargo nada evito que el comenzara a dar gritos
utilizando la frase: “«¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!»”. Muchos comenzaron a callarlo, pero él en lugar de callar gritaba aun más fuerte.
¿Qué hubiéramos hecho nosotros en los
zapatos de Bartimeo?, ¿Hubiéramos creído que había un milagro
esperándonos?, ¿Hubiéramos gritado insistentemente?, Si nos callasen, ¿Seguiríamos gritando aun más fuerte?
En la vida
nos encontramos con situaciones similares a la de Bartimeo, estamos allí
sentados en lugar de siempre, con nuestros mismos problemas de siempre,
sin embargo Jesús se pasea cerca de nosotros, pero la mayoría estamos
tan acostumbrados a nuestros problemas que creemos que ya no hay una
solución, lejos de aprovechar la presencia de Dios la dejamos pasar,
lejos de gritar para implorar la intervención divina, callamos y nos
acostumbramos a la vida que llevamos sin darnos cuenta que Dios quiere
obrar en nuestra vida al ver nuestra insistencia porque eso ocurra.
La insistencia de aquel ciego que estaba
siendo silenciado por los que lo miraban de menos llamo la atención de
Jesús quien lo llamo, de un salto se levanto, tiro aun lado su abrigo y
se acerco a Jesús. Yo creo que cada paso que Bartimeo daba hacia Jesús
era un paso de fe segura que lo hacia ver cada vez más cerca su milagro.
No creo que Bartimeo dudara de lo que iba a ocurrir, al contrario,
considero que desde el momento que se puso de pie y tiro su abrigo sabia lo que ocurriría.
Jesús le pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?”, Bartimeo responde: “Quiero ver”, y Jesús le responde literalmente de la siguiente manera: “Y
Jesús le dijo: —Puedes irte, pues tu fe te ha sanado. Al instante el
hombre pudo ver y siguió a Jesús por el camino” Marcos 10:52 (Nueva
Traducción Viviente).
Me llama la atención dos cosas de este pasaje bíblico, la primera: Jesús le dice: “tu fe te ha sanado”, más allá del poder ilimitado de Dios debe existir una fe segura en todo aquel que busque un milagro de Dios, pues es la FE la que provoca esos milagros. Lo segundo: Jesús le dice: “Puedes irte”, sin embargo la escritura narra lo que hizo Bartimeo: “y siguió a Jesús por el camino”, Jesús le da la opción
de irse a disfrutar de su milagro, sin embargo el hombre decide en
lugar de alejarse, seguir a Jesús. ¿Qué hacemos nosotros al recibir un
milagro del Señor?, ¿Nos alejamos satisfechos ya por lo que Dios hizo o
como agradecimiento a lo que Él hizo decidimos seguirlo?
Es hora de aprovechar las oportunidades diarias que se nos presentan, es momento de activar la fe que nos llevara a ver milagros en nuestra vida.
Cuando te acercas a Dios, él quiere que
te acerques confiado en que Él tiene las respuestas que necesitas, Dios
no quiere que dudes, él quiere que confíes ciegamente en Él y en lo que
es capaz de hacer.
La Biblia dice: “Así que, cuando
tengamos alguna necesidad, acerquémonos con confianza al trono
de Dios.
Él nos ayudará, porque es bueno y nos ama.” Hebreos 4:16 (Traducción en
lenguaje actual).
Quizá hoy te encuentres en el mismo
lugar de siempre, allí mendigando tu problema, tan acostumbrado a eso,
Jesús está cerca, se puede escuchar
como está haciendo milagros sorprendentes, entonces, frente a este
panorama tienes dos opciones: quedarte sentado acostumbrado a la rutina
de tu día a día o hacer algo diferente, activar tu fe, rogar por un
milagro e insistir hasta llamar la atención del Señor y cuando eso
ocurra ir corriendo hacia Él confiando plenamente que encontrarás la
respuesta que necesitas.
¡Que tu fe sea la llave que abra las puertas de las respuestas que necesitas!
Autor: Enrique Monterroza
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