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MATEO 11.28-30 | La oración era una prioridad en la vida del
Salvador —el Señor Jesús se mantenía en comunión constante con su Padre.
Igualmente, orar es esencial hoy para cualquiera que quiera ser utilizado por
Dios de una manera poderosa. En otras palabras, si usted desea andar en el
Espíritu y tener una vida santa, el tiempo que pase con el Señor tiene que ser
parte de su cotidianidad.
Si
permitimos que nuestro tiempo a solas con el Señor deje de ser una prioridad,
quedaremos desprotegidos contra el desánimo, la duda y la frustración. Si nos
alejamos del Padre celestial y dejamos de tener comunión con Él, comenzaremos a
sentir la influencia espiritual, emocional y física de nuestras circunstancias
terrenales.
La oración
levanta nuestras cargas, de modo que no tengamos que soportar el peso de ellas.
Ya sea que nos las dé el Señor para enseñarnos, o nos las impongamos nosotros
mismos como resultado de las decisiones que tomemos, Dios nos dice que echemos
nuestras cargas sobre Él (1 P 5.7). Llevar una carga que no esperábamos puede
afectarnos espiritual, física y emocionalmente.
Los
creyentes débiles son blancos excelentes para los ataques del enemigo. Primero,
nos ataca con el desánimo. Después, cuando perdemos la esperanza, estamos
listos para ser víctimas de la duda. El diablo sabe que un cristiano lleno de
dudas puede fácilmente ser desanimado. Por eso, le susurra cosas como: “¿Dónde
está Dios?” y “¡La vida cristiana no sirve!”
Recuerde
que la oración es vital para nuestra supervivencia. Al igual que el Señor
Jesús, debemos depender de la oración para obtener dirección.
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