Leer | 2 SAMUEL 11.1-5
| La Biblia está llena de
ejemplos de hombres y mujeres que pecaron contra el Señor en momentos de
debilidad. Estas historias verdaderas, que comenzaron con el relato sobre Adán
y Eva, nos han sido dadas para nuestra enseñanza (1 Co 10.11). El Padre
celestial quiere que aprendamos de los errores de otros.
La ociosidad dejó que la mente del rey David pensara en el
adulterio con Betsabé. El agotamiento llevó a Elías a considerar que la muerte
era preferible a la vida (1 R 19.4). El orgullo pudo haber contribuido a que
Eva escuchara a la serpiente (Gn 3.6), mientras que la lujuria pudo haber
estimulado a Salomón a desear muchas esposas, incluyendo a algunas incrédulas
(1 R 11.1-3). Añadamos a esto una sensación de vacío espiritual o emocional, y
tenemos al menos cuatro situaciones que son terreno fértil para la tentación.
Estoy seguro de que cada uno de nosotros puede identificarse con uno u otro de
estos casos.
Aunque hay muchas clases de tentaciones, todas siguen un
patrón semejante. El ojo ve, la mente desea y la voluntad actúa. El rey David
miró a la esposa de Urías, averiguó quién era, y después actuó. Otro israelita,
Acán, que ayudó en la conquista de Jericó, observó todas las riquezas
materiales, codició en su mente, y tomó lo que apeteció (Jos 7.20-21).
No importa cuál sea su debilidad, toda persona es
responsable en última instancia de sus acciones. Por eso, en momentos de
debilidad tenga cuidado si tiene mucha hambre, enojo, soledad o cansancio. Fije
su atención en el Señor, saque fuerzas de Él, y experimente la victoria sobre
la tentación.
(En Contacto)
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