Leer | JUAN 14.6-11
| Millones de personas dicen
conocer a Dios, y por eso se identifican como cristianos. Pero muchos de ellos
no creen que Jesús es el Hijo de Dios. El hecho es que una persona no puede
llegar al Padre celestial, a menos que haya recibido a Cristo como su Salvador
y establecido una relación personal con Él.
Jesús es la puerta a la salvación. No basta con decir
que uno “conoce a Dios”. Sin fe en Jesús, es imposible venir al Padre (Jn
14.6). Puesto que Dios es santo, no puede tolerar al pecado en su presencia.
Pero todas las personas son pecadoras (Sal 53.3; Is 53.6). Jesús murió en
nuestro lugar para pagar nuestra deuda, y de esa manera cerrar la brecha entre
el hombre impuro y el Dios santo. Cualquier persona que reciba su sacrificio
por el pecado es perdonada, declarada justa, y recibida con agrado al
compañerismo con Dios.
Jesús es la puerta a la revelación. Él fue la
representación en la Tierra de su Padre en el cielo. La vida de Cristo entre
los hombres nos ofrece la imagen más completa que tenemos del Padre. Las
acciones, las decisiones y las enseñanzas de Jesús revelan cómo piensa y qué
desea de nosotros el Todopoderoso.
Jesús dijo que Él y su Padre son uno (Jn 10.30). Excluir a
Cristo de las creencias o las prácticas religiosas, deja a las personas con un
concepto inexacto del Creador. No somos salvos por obras, sino por la fe, a
través de la gracia (Ef 2.8, 9). Y la fe que Dios valora es la creencia de que
“Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras, y que fue
sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co 15.3,
4).
(En Contacto)
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