Cuando golpeó la cama con fuerza, Sonia expresó la
contundencia de su frustración: llevaba dos años clamando por su esposo para
que cambiara. Alejandro ya no era el mismo hombre atento de antes. Del galán
que conoció y del que se enamoró perdidamente, no quedaba nada. Era la imagen
desdibujada de un pasado que—en su momento—le pareció de ensueño, como sacado
de una novela de Coryn Tellado.
--Dios mío, ¿es que acaso no me escuchas? Por favor, óyeme.
Mira mi desespero--, clamó.
Cada vez la situación se tornaba más insostenible. Además de
llegar muy tarde a casa, generalmente con carpetas atestadas de documentos para
seguir trabajando hasta bien entrada la madrugada, su cónyuge dedicaba gran
parte del fin de semana a beber cerveza y jugar billar con los amigos.
Por momentos sentía que no lo soportaba más. Iba al servicio
religioso, pero no lograba concentrarse.
--Mira que si buscas a Dios, las cosas cambiarán—le dijo
Raquel, una de las hermanas en la fe y la amiga más cercana.
En cierta ocasión, mientras leía la Biblia, encontró un
versículo que llamó poderosamente su atención: “¿Acaso Dios pervierte la justicia?¿Acaso
tuerce el derecho el Todopoderoso?”(Job 8:3, Nueva Versión Internacional).
Comprendió entonces que el Señor no la estaba “castigando”, como llegó a
pensarlo en muchas ocasiones, dando vueltas en su habitación mientras miraba el
reloj de la mesita de noche.
--Debes perseverar—le recomendó el pastor Damián. Aunque no
quería aceptarlo, razonó que no había otra salida. Dios escuchaba sin duda sus
oraciones, porque Él no puede negar su naturaleza de Padre amoroso, que tiene
cuidado de Sus hijos; no obstante, también lo entendió, debía perseverar hasta
que se produjera la respuesta en el tiempo y a la manera de Dios.
Hora de ponernos a cuentas con Dios
Es evidente que Dios responde a nuestras oraciones. Él no
cierra sus oídos a nuestro clamor. Sin embargo es importante que estemos a
cuentas con Él. Cuando vamos a la Biblia encontramos esa recomendación en uno
de los libros más antiguos de la Biblia: “Si tus hijos pecaron contra Dios, él les dio lo que su
pecado merecía. Pero si tú vuelves la mirada a Dios, si le pides perdón al
Todopoderoso, y si eres puro y recto, él saldrá en tu defensa y te devolverá el
lugar que te corresponde.”(Job 8:4-6, Nueva Versión Internacional)
Un análisis cuidadoso del texto nos revela por lo menos tres
cosas:
Dios cambia las circunstancias a través de la oración |
1.- Muchas veces las oraciones se ven interrumpidas, por
nuestra actitud deliberada de pecar.
2.- Es posible volvernos a Dios, y concomitante a esto, las
circunstancias—que otrora lucieron adversas—, cambiarán.
3.- Dios sale al paso frente a las situaciones que
atravesamos, nos protege y responde cuando le llamamos.
4.- Tomados de la mano del Señor, todo puede ser como antes.
El panorama puede cambiar
La Escritura nos enseña que al volvernos a Dios, el pasado
de desdicha puede cambiar llegando a ser un panorama alentador: “Modestas
parecerán tus primeras riquezas, comparadas con tu prosperidad futura.”(Job 8:
7, Nueva Versión Internacional)
Sonia descubrió a través de su propia experiencia, que todo
puede ser diferente. La fidelidad a Dios unida estrechamente a la
perseverancia, dieron lugar a que su esposo se convirtiera a Jesucristo y hoy forme parte del cuerpo de
diáconos de la congregación. Está en tercer semestre del Seminario Bíblico en
el que se forma para pastor.
La oración desata el poder de Dios. Es un principio que
debemos guardar en lo más profundo de nuestro corazón, atesorarlo y, cuando se
presentan situaciones difíciles o que ameriten sabiduría, buscarle en procura
de ayuda. Es diferente luchar en nuestras fuerzas para alcanzar resultados
frustrantes, que hacerlo en el poder del Señor.
Todo es diferente.
Le animamos a seguir orando. No desmaye. Recuerde siempre
que Dios no solamente escucha sus oraciones sino que responde en el tiempo
oportuno y conforme a Su voluntad.
Por Fernando Alexis Jiménez
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