Cuando
Dios lo llamó a servir como pastor y evangelista, tenía un almacén en un centro
comercial de su ciudad. Y lo que comenzó como una célula en el hogar, pronto
alcanzó las cien personas que era
justamente la meta que se habían fijado en oración.
A éste número se sumaron otros más hasta el día—que jamás olvidará—en el que la junta de la iglesia le pidió abandonar su trabajo de comerciante para dedicarse todo el tiempo a servir a la comunidad de creyentes.
José Antonio también fue llamado al ministerio como pastor. A diferencia del primero, él aún trabaja. Su grupo de cristianos a cargo no pasa de treinta personas. Son fieles en congregarse los días miércoles y sábados en la noche. Con el dinero producto de lo que ofrendan los congregantes apenas logran cubrir el costo del sitio de reuniones.
Los dos pasan tiempo en oración y en el Estudio de la Biblia. Han volcado sus esfuerzos en la obra de Cristo Jesús.
Surgen, sin embargo, dos grandes interrogantes: ¿Está bien que la iglesia cubra el sustento de un pastor?¿Acaso no es más conveniente que genere sus propios ingresos mediante el trabajo secular?
Consagrados a la obra de Jesucristo
Las dos premisas con las que nos encontramos convergen en un solo hecho: la importancia de servir a Dios con todo el corazón, las fuerzas y la voluntad.
En el primer siglo y conforme surgieron múltiples dificultades propias del crecimiento en el número de creyentes, “...los de habla griega comenzaron a quejarse de los de habla hebrea, diciendo que las viudas griegas no eran bien atendidas en la distribución diaria de ayuda”(Hechos 6:2. Versión Popular). Una situación por demás bastante compleja que polarizaba las opiniones de los cristianos de la época.
¿Cuál fue la salida? “Los doce apóstoles reunieron a todos los creyentes, y les dijeron:--No está bien que nosotros dejemos de anunciar el mensaje de Dios para dedicarnos a la administración. Así que, hermanos, busquen entre ustedes siente hombres de confianza, entendidos y llenos del Espíritu Santo, para que les encarguemos estos trabajos. Nosotros seguiremos orando y proclamando el mensaje de Dios”(Hechos 6:2, 3).
Servir a Dios es un enorme privilegio que nos ofrece... |
Es fácil apreciar entonces que algunos de los apóstoles –quienes como podremos apreciar un poco más adelante—trabajaban secularmente, habían asumido un compromiso: cumplir a cabalidad y con excelencia su llamado de ministros de Cristo.
El apóstol Pablo recomendó a su fiel discípulo Timoteo para que –sin mediar cuál fuera su ocupación—desarrollara cabalmente su ministerio. “Haz todo lo posible por presentarte delante de Dios como un hombre de valor comprobado, como un trabajador que no tiene de qué avergonzarse, que enseña debidamente el mensaje de la verdad”(2 Timoteo 2:15. VP).
Sirviendo en el Reino pero con trabajo secular
En varios países de América e incluso de África, ha tomado fuerza el ministerio pastoral bi-vocacional. ¿De qué se trata? De aquellos ministros de Jesús el Señor que, debido al tamaño apenas incipiente de las iglesias que tienen a cargo, deben ejercer su profesión en el campo secular para agenciarse los recursos que necesitan para el sustento.
¿Es válida esta práctica? Por supuesto que sí. El apóstol Pablo—uno de los más grandes evangelistas del Nuevo Testamento—laboraba y predicaba. Intercalaba su ocupación e incluso, allí en el sitio de trabajo, testimoniaba su condición de cristiano con el testimonio.
En las Escrituras leemos que “Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandato que todos los judíos salieron de Roma. Fue a ellos, y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas” (Hechos 181-3).
A diferencia de muchos obreros que no mueven un dedo si no tienen una remuneración salarial –lo que por supuesto lleva a cuestionarse si realmente sienten su llamamiento a ganar almas para Cristo--, Pablo aprovechaba su ocupación y allí predicaba pero también en los espacios de tiempo libre.
Bajo
esta demostración de que su vocación era profunda, porque le interesaba
únicamente proclamar el evangelio transformador de Jesucristo así debiera
trabajar intensamente, escribió posteriormente a los creyentes de Tesalónica: “Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y
fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravoso a ninguno de vosotros,
os predicamos el evangelio de Dios” (1 Tesalonicenses 2:9).
Servir
en el Reino de Dios siempre será gratificante y enriquecedor en lo personal y
lo material…
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Y
también, a la misma comunidad de cristianos en una segunda carta: “Porque
vosotros mismos sabéis de qué manera
debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros,
ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día
y noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros”(2 Tesalonicenses 3:7, 8).
Personalmente vivo la experiencia de ser un ministro cristiano bi-vocacional. Junto conmigo hay otros pastores y todos, en conjunto, podemos testimoniar que—aunque el trabajo secular nos agota—no por eso menguamos en la tarea de evangelizar. Además, de esta manera la congregación se va afianzando hasta tanto haya para pagar un pastor.
En mi caso he considerado oportuno que inmediatamente queda una persona a cargo de esa obra, puedo comenzar otra iglesia en un lugar diferente. Es una forma práctica de plantar comunidades de creyentes...
Pastores con remuneración
Ahora, hay pastores que reciben remuneración de la Iglesia. ¿Está bien esta práctica? Por supuesto que sí, siempre y cuando nuestra presencia como ministros del evangelio se convierta en una carga para la comunidad de creyentes. Me refiero as que el obrero desee un salario por encima de lo que puede proveer la iglesia.
Al respecto el apóstol Pablo escribió unas líneas que vale la pena tener en cuenta: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo para cuando yo llegue ni se recojan entonces ofrendas”(1 Corintios 16:2).
Es probable que usted me diga: “Fernando, se refería a los necesitados de algunas congregaciones locales”. De acuerdo, pero allí se incluía el asignar recursos—como es apenas natural—para la sustentación de los ministros cristianos.
También en una comunicación dirigida a su fiel discípulo Timoteo, escribió: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario” (1 Timoteo 5:18). Observe cuidadosamente que se refería a proveer para las necesidades de los ancianos o pastores a cargo de cada iglesia.
Los creyentes tienen bajo su responsabilidad el honrar a quienes les ministran, y en caso de que haya la capacidad financiera suficiente, ayudarles con una asignación de recursos. En caso que la capacidad económica sea mínima, el pastor está llamado a permanecer en su trabajo secular hasta tanto haya la fuente de manutención por parte de la congregación.
Por Fernando Alexis Jiménez
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