Destruirá a
la muerte para siempre; y enjugará el Señor toda lágrima de todos los rostros.
– Isaías 25:8.
• Los que
padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y
hagan el bien. – 1 Pedro 4:19.
Todos, en
un momento u otro, pasamos por el sufrimiento, tanto físico como moral. A veces
nos sentimos incomprendidos, solos e incluso rechazados. ¿Y qué decir del dolor
que nos causa ver sufrir a nuestros seres queridos? Hace poco un compañero de
trabajo me decía: «¿Y qué hace Dios en todo esto?». Su pregunta era una mezcla
de tristeza y rebeldía. Sin embargo, la fe cristiana da una verdadera respuesta
al sufrimiento.
¡Esta respuesta es Jesús, sus propios sufrimientos y su muerte!
Por medio de Él Dios llega a lo más profundo de nuestra existencia, hasta el
interior de nuestros sufrimientos. Alguien dijo: «Dios no vino para eliminar el
sufrimiento, tampoco vino para explicarlo, sino a llenarlo de su presencia».
Hallamos el
alivio cuando, por la fe, acudimos a la cruz de Cristo. Ésta es la prueba más
grande del amor del Hijo de Dios, quien aceptó morir para salvarnos de la
muerte eterna, es decir, de la eterna separación de Dios. La resurrección de
Jesucristo es la prueba de la victoria final de la vida sobre la muerte, del
amor sobre el odio, del bien sobre el mal.
El creyente
no explica el sufrimiento, sino que lo atraviesa con el Señor. Su presencia
cambia todo. A través del sufrimiento aprende a ser más solidario y
misericordioso. Ora para saber cómo manifestar un poco de la compasión de su
Señor ante el dolor de los demás. Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me
desampares, hasta que anuncie tu poder… tu potencia a todos los que han de
venir.
Fuentes:
Amen, amen
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.