«Me temo
que en medio de sus ocupaciones, ustedes terminen por endurecerse al punto de
que ni aun sientan el dolor por ya no experimentar el amor de Dios. Sean
prudentes y sepan dejar de lado por un tiempo sus múltiples ocupaciones si no
quieren que ellas los absorban por entero y los lleven adonde no quieren ir.
–¿Adónde?, tal vez me preguntarán. – Y yo les responderé: Al endurecimiento del
corazón.
Ese endurecimiento es un abismo en el cual uno se halla sumergido tan
pronto como uno ya no le tiene miedo. Es un corazón cerrado al temor de Dios y
a la compasión hacia los hombres. Consumirse en su actividad sólo sirve para
atormentar la mente, agotar el corazón y hacer perder la conciencia de la
gracia de Dios» (escrito en el siglo XII).
Este texto
que tiene más de ocho siglos guarda una sorprendente actualidad. Está claro que
la necesidad de realizar un proyecto no tiene que ver forzosamente con el deseo
oculto de renombre o de poder. Aquellos que están atentos a las necesidades de
los demás sienten como un llamado a obrar para aliviar la miseria lo mejor
posible.
Pero estas
situaciones apremiantes también demandan una gran dependencia de Dios para
examinar con cuidado a lo que uno se compromete. Nosotros, los cristianos,
aprendamos a someter cada día nuestros proyectos al Señor por medio de la
oración. Que nuestras acciones sean el fruto de nuestra intimidad y de nuestra
comunión con el Señor.
Jesús le
dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Lucas 10:41.
Os rogamos,
hermanos… que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios. 1
Tesalonicenses 4:10-11.
(El Versículo
del Día)
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