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LUCAS 15.17-24 | Las películas familiares terminan normalmente
con una cálida reunión de sus miembros. Los vemos abrazándose unos a otros, en
una expresión de amor y solidaridad.
La parábola
del hijo pródigo muestra una imagen semejante de la actitud de nuestro Padre
celestial hacia nosotros, sus hijos. Esta historia tan conocida ilustra la
magnificencia de la gracia. En Lucas 15.20, el que fue agraviado corre para
recibir con brazos abiertos al agraviador. Es importante advertir cómo el que
fue maltratado se compadece del culpable.
Y aun hay
más. El hijo pródigo no sabía que sus derechos como hijo serían restaurados.
Nosotros, como creyentes, sí sabemos de antemano lo que nos espera cuando
volvemos humildemente a nuestro Padre celestial. Por su gracia, podemos contar
con su aceptación, no importa el tiempo que hayamos estado alejados de Él, o
cuán lejos hayamos vagado. La gracia nos garantiza que nuestro Señor nos
recibirá con compasión y perdón, y que nos restaurará plenamente nuestros
derechos como sus hijos. No es nuestro buen desempeño, ni las buenas obras o
incluso las palabras apropiadas lo que importa, sino nuestra identidad en
Cristo. Cuando Dios ve que pertenecemos a su Hijo y nos arrepentimos de todo
corazón, Él nos perdona.
La parábola
del hijo pródigo nos señala que gracias a Jesucristo, somos perdonados, incluso
antes de que regresemos a Él. Aunque esto no nos da licencia para pecar (Ro
6.1, 2), sí nos da un motivo para celebrar. Nuestro Padre está esperando para
darnos una calurosa bienvenida al hogar.
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