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Tesalonicenses 3:6-13 | Me encontré para almorzar con mi amiga Ángela
después de varios meses sin haberla visto. Cuando estábamos por despedirnos,
sacó una hoja de papel con notas de nuestro último tiempo juntas. Era una lista
con mis pedidos de oración por los que ella había estado orando desde aquel
entonces. Fue leyendo cada uno y preguntándome si Dios ya había contestado o si
tenía que actualizar algo. Después, hablamos de sus peticiones. ¡Qué alentador
es tener un amigo que ora!
El apóstol
Pablo mantenía una relación de oración con las iglesias a las que servía; entre
ellas, la de Tesalónica. Le agradeció a Dios por la fe, el amor y la esperanza
de sus miembros (1 Tesalonicenses 1:2-3). Anhelaba verlos, y le pedía al Señor
«de noche y de día» poder visitarlos otra vez (3:10-11). También oraba para que
Dios los hiciera «crecer y abundar en amor unos para con otros y para con
todos» (v. 12), y para que sus corazones fueran irreprensibles delante de Él
(v. 13). Es probable que se hayan sentido estimulados al leer que Pablo se
interesaba y oraba por ellos. El apóstol también sabía cuánto necesitaba
personalmente la compañía y el poder de Dios, y por eso, les rogó: «Hermanos,
orad por nosotros» (5:25).
Amado
Padre, gracias por querer que hablemos contigo. Enséñanos a todos a ser amigos
que oran.
Los mejores amigos son los que oran.
(Nuestro
Pan Diario)
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