Leer | 2
SAMUEL 7.8-22 | De todos los héroes de la Biblia, de pocos se
habla con tanto respeto como del rey David. ¿Qué lo hizo tan especial? David se
preguntó lo mismo (2 S 7.18). La mejor respuesta es, simplemente, que él era un
hombre que escuchaba a Dios.
La rectitud
no es posible, a menos que escuchemos al Padre celestial. Cuando lo hacemos,
recibimos de Él guía, dirección, disciplina y aliento. Esto fue muy cierto en
cuanto al pastor y rey David (Sal 63.1-8).
En los
Salmos tenemos un hermoso cuadro de la vida de oración de David. Notemos cuatro
cosas que él hacía cuando meditaba en Dios:
1. Examinaba su pasado. Aunque David había cometido
pecados graves, esos tiempos difíciles le enseñaron a ser humilde. Mirar hacia
atrás lo ayudaba a recordar la fidelidad de Dios.
2. Reflexionaba acerca del carácter del Señor. Cuando nos enfocamos en los
atributos de Dios, crecemos en nuestra comprensión de quién es Él. Esto daba
como resultado una relación más personal e interactiva.
3. David recordaba las promesas de Dios. Sabía que el Señor había dirigido
siempre, y con gran éxito, sus pasos.
4. Hacía peticiones a su Padre celestial. Dios nunca tuvo en mente que nos
defendiéramos en la vida solos. Él siempre está listo para actuar en
beneficio nuestro.
Deténgase
un momento y piense en cómo conversa usted típicamente con Dios. Si usted es el
único que habla cuando ora, necesita hacer algunos ajustes. Así como el Señor
le hablaba a David, Él tiene también muchas cosas que decirle a usted, si
simplemente permite que le hable.
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