En Contacto | Tengo la bendición de tener un amigo que
siempre aparece cuando lo necesito. Si estoy luchando con una decisión, él
invariablemente me llama o viene a verme. Este hombre me alienta cuando estoy
decaído, me ofrece otra perspectiva sobre mi situación, y me anima a confiar en
el Señor. Estoy muy agradecido de que Dios haya permitido que nos conociéramos.
Pero al pensar en nuestra amistad, me doy cuenta de que no ocurrió por
accidente. Requirió que invirtiéramos mutuamente en la vida del otro.
¿No le
parece que los amigos son un tesoro que vale la pena encontrar? A veces, no nos
damos cuenta cuán valiosos son, hasta que pasamos por un período en el que no
tenemos ninguno. Dios nos creó para que disfrutemos de relaciones estrechas;
cuando nos faltan, nuestras vidas se sienten vacías. Si usted tiene una persona
amiga, dé gracias a Dios por ella y nunca deje de apreciarla. Por otra parte,
si anhela tener una, me gustaría animarle a pedírsela al Señor. Y una vez que
llegue a su vida, esté dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para
fortalecer la amistad.
Los
materiales de la amistad
Una amistad
es como un proyecto de construcción; debe realizarse con los materiales
adecuados, y debe prestársele especial atención a los detalles para que dure.
El consejo de Proverbios 24.3, 4 se aplica a las relaciones, y también a la
arquitectura: “Con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará;
y con ciencia se llenarán las cámaras de todo bien preciado y agradable”. Al
igual que las casas en las que vivimos, cada amistad es única; sin embargo, hay
cinco componentes comunes en todas.
Tiempo
Aunque
puede haber algunas personas con las que sintamos una conexión inmediata, la
única manera de llegar a conocer realmente a alguien es pasando tiempo con él.
Para ello, es posible que tengamos que sacrificar algunas actividades, y al
mismo tiempo, hacer un esfuerzo especial por llegar a conocer a un grupo
reducido de personas de manera más personal, en lugar de tener muchos
conocidos.
Transparencia
Para
cultivar una relación estrecha con otra persona, debemos ser abiertos y
sinceros. Sin esa vulnerabilidad, la relación no crecerá. Aunque el comienzo de
una amistad se caracteriza, generalmente, por conversaciones sobre intereses
comunes, a medida que esto avanza la interacción debe volverse más personal. En
vez de tratar de parecer fuertes y confiados todo el tiempo, los amigos
auténticos revelan sus debilidades y sus luchas. Se buscan el uno al otro, no
simplemente para recibir un consejo, ayuda o estímulo, sino también para
compartir las alegrías y las tristezas.
Ha habido
momentos en los que solamente necesitaba aligerar mi carga hablando con un
amigo. Aunque mi situación no cambió, mi perspectiva sí. Ese amigo me ayudó a
levantar la mirada al recordarme los propósitos, las promesas y los caminos de
Dios.
Consideración
Construir
una amistad duradera requiere una actitud altruista. Esto significa enfocarnos,
no en lo que podamos conseguir de la relación, sino en lo que podamos dar. Por
ejemplo, cuando se reúnan para almorzar, usted pudiera sugerir comida mexicana
porque a su amigo le encanta, a pesar de que usted preferiría comida china. La
consideración puede expresarse de muchas maneras —con un abrazo, una nota de
agradecimiento, una llamada telefónica, un pequeño regalo, o incluso un mensaje
de texto. Y, créame, un poco de consideración realmente ayuda mucho.
A veces
surgen situaciones en las que, realmente, debemos dejar de lado nuestros deseos
e intereses personales. Por ejemplo, ¿cómo reaccionaría usted si su amigo le
dice entusiasmado que recibió un ascenso en su trabajo, cuando usted no ha
recibido ninguno en doce años? ¿Cree que usted podría alegrarse por su éxito,
en vez de reaccionar con envidia o autocompasión? Con nuestras propias fuerzas,
esto puede parecer imposible, pero cuando andamos en el Espíritu, Él nos da un
corazón generoso capaz de poner los intereses de los demás antes que los
nuestros (Fil 2.1-4).
Tolerancia
Puesto que
no hay personas perfectas, tampoco hay amistades perfectas. Es por eso que
debemos estar dispuestos a pasar por alto los defectos, las debilidades y los
hábitos que no nos gustan de los demás. En vez de ponernos impacientes, o
enojarnos y decir cosas que más tarde lamentaremos, debemos detenernos para
pensar en qué tan valiosa es la relación. Por ejemplo, tengo un amigo al que le
gusta contar las mismas historias una y otra vez. Porque lo amo y aprecio, lo
escucho con atención cada vez que las cuenta, en lugar de sentirme frustrado.
Recuerde que nada arruina a una amistad más rápidamente que una actitud
crítica, “pero el amor cubrirá todas las transgresiones” (Pr 10.12). Los amigos
no siempre estarán a la altura de nuestras expectativas. Pueden tener una mala
actitud de vez en cuando, o decir algo que no nos gusta, pero eso no es razón
para renunciar a ellos.
Confianza
Otro
elemento importante en las relaciones es la confianza. Los amigos necesitan
saber que somos sinceros, leales y fieles —que pueden contar con nuestra
solidaridad, y que no diremos nada negativo de ellos a sus espaldas. La
confianza se construye cuando se nos dice algo confidencialmente, y no lo
divulgamos. Florece si decimos que haremos algo, y lo cumplimos. Y si otros
hacen comentarios despectivos o insinuaciones sutiles acerca de un amigo, le
defendemos.
Pero, si
tratamos de controlar la relación, o de manipularla para conseguir lo que
queremos, la confianza se verá socavada. He conocido a personas que son tan
posesivas y celosas, que no quieren que nadie más tenga amistad estrecha con
sus amigos. Tal actitud tiene sus raíces en la desconfianza, lo que finalmente
destruye la relación.
El más grande
de estos
Estos cinco
elementos son esenciales, pero hay algo aun más vital: el amor que mantiene
viva una amistad. Cuando pasamos tiempo con una persona, estamos demostrando
cuánto la amamos y valoramos. Lo mismo vale en cuanto a ser considerados,
transparentes, tolerantes y dignos de confianza. Todas estas acciones le dicen
a una persona: “Te amo”. Según 1 Corintios 13.4, 5, el amor es sufrido,
benigno, no jactancioso, no se envanece, y no guarda rencor. Cuando dejamos que
Cristo viva en nosotros, tales cualidades caracterizarán nuestra vida y
nuestras interacciones. Cada amistad se enriquece cuando permitimos que el
Señor Jesús sea la tercera persona en la relación. Él nos capacita para ser
leales, dignos de confianza y fieles. Si le invitamos a estar presente en
nuestras amistades, el Señor nos mostrará la manera en que las puede transformar.
Adaptado
del mensaje Amistades en dificultades por Charles F. Stanley.
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