Sí, el río
es Jesús: Su sola presencia. En el momento en que derribas todas las dudas y el
miedo, y clamas: “Señor, creo, y en Ti tengo mi esperanza, esperanza
abundante”, serás trasplantado a las orillas de este río por el poder del
Espíritu Santo.
La razón
por la que es tan importante que estés profundamente arraigado en Dios se debe
a que ¡lo peor está por venir!
“Si
corriste con los de a pie, y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos? Y
si en la tierra de paz no estabas seguro, ¿cómo harás en la espesura del
Jordán?” (Jeremías 12:5).
Se supone
que éstos son buenos tiempos. Vivimos bajo una lluvia leve en comparación con
la tormenta que viene. Esto es un juego de niños en comparación con los problemas
que se avecinan. Puedes pensar que estás pasando algo muy horrible, ¡pero no es
nada comparado a la luz de la angustia que pronto vendrá sobre la tierra!
¡Tenemos
que lograr que nuestras raíces estén profundamente arraigadas! Si no estás
sacando fuerzas de Él hoy, no vas a soportar cuando las densas tinieblas cubran
la tierra. Tú y yo ahora estamos siendo probados por una “tribulación
momentánea” (2 Corintios 4:17) para llevarnos al Señor, para que cavemos
profundo y entremos en la reserva secreta de vida.
“Bendito el
varón que confía en Jehová…será como el árbol plantado junto a las aguas, que
junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino
que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de
dar fruto.” (Jeremías 17:7-8).
Blog de David Wilkerson, fallecido
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