Leer: 2
Tesalonicenses 2:13-17 | Cuando nuestros hijos eran pequeños, solía orar con
ellos cuando los acostábamos. Pero, antes de orar, a veces me sentaba al borde
de la cama y charlábamos.
Recuerdo
decirle a nuestra hija: «Si pudiera poner en fila a todas las niñas de cuatro
años que hay en el mundo, te buscaría a ti. Recorrería toda la fila y te
elegiría para que fueras mi hija». Eso siempre le ponía una sonrisa en el
rostro, porque sabía que ella era especial.
Si esa
situación era un motivo para que mi hija sonriera, piensa en lo que significa
que, en su gracia, el Dios creador del universo te haya «escogido desde el
principio para salvación» (2 Tesalonicenses 2:13). En la eternidad pasada, ya
deseaba hacerte su hijo. Por esta razón, las Escrituras suelen usar el tema de
la adopción para comunicar la realidad asombrosa de que, sin mérito de nuestra
parte, el Señor nos eligió.
¡Qué
noticia tan maravillosa! Somos «amados por el Señor» (v. 13) y disfrutamos de
los beneficios de ser parte de su familia. Esta gloriosa verdad debe llenarnos
de humildad y gratitud. «Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro
Padre, el cual nos amó […] os confirme en toda buena palabra y obra» (vv.
16-17).
¡Padre,
siempre estaré agradecido de ser tu hijo y de que me ames! Enséñame a recordar
todos los beneficios de ser tuyo, y que te sirva fielmente como parte de tu
familia.
Dios decidió
amarte, transformarte y hacerte parte de su familia.
Nuestro Pan
Diario
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