Leer | JUAN
17.1-26 | El pecado divide. Fue lo que separó a la
humanidad de Dios en el huerto, y sigue fracturando las relaciones. Es también
la razón por la que el Señor considera tan importante la reconciliación. Él
quiere restablecer su relación con la humanidad; pero los deseos que Él tiene
para sus hijos no terminan con la experiencia de salvación. También quiere que
su iglesia sea un ejemplo de unidad para el mundo.
La última
vez que Jesús oró por sus discípulos antes de ir a la cruz, pidió “que todos
sean uno”, así como el Padre y el Hijo son uno (v. 21). Pese al hecho de que no
podremos alcanzar la unidad perfecta con Dios hasta que lleguemos al cielo, sí
tenemos ahora la capacidad de andar en armonía con Él, viviendo en obediencia
al Espíritu Santo que mora en nosotros.
El otro
aspecto de la unidad que Dios desea para nosotros, es la unidad de unos con
otros dentro de su iglesia. Siempre tendremos diferencias en cuanto a
preferencias, y en cómo interpretamos ciertos pasajes de la Biblia, pero
nuestra identidad común en Cristo está basada en las verdades fundamentales de
la fe, tal como están reveladas en la Palabra de Dios. La unidad por la que
Cristo aboga, es posible solamente cuando cada miembro de su cuerpo anda en
obediencia al Espíritu Santo, para que todos puedan alcanzar los propósitos de
Dios y reflejar el carácter de Cristo en su conducta.
Pídale al
Señor que le dé el deseo de buscar unidad. Cuando esté tentado a exigir que las
cosas se hagan a su manera, recuerde lo que está en juego. La armonía en la
iglesia le permite a Dios hacer su trabajo con efectividad, pues ella da la
clase de testimonio que dirige al mundo perdido hacia Cristo.
(En Contacto)
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