sábado, 5 de enero de 2013

UN CUENTA HISTORIAS DE JESUS



“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6,7)

Todo padre ha de ser un narrador de historias consagrado. Sus hijos llevarán consigo esos relatos para siempre. Sé por qué lo digo. Mi madre solía pasar muchas horas contándome las más emocionantes semblanzas. Recuerdo vívidamente aquellos relatos narrados en el lenguaje de una juglar vestida de ama de casa. Oí los cuentos de Andersen, las fábulas de Esopo, las aventuras de Salgari, las exóticas peripecias de los personajes de Kipling, y los fantásticos episodios de los héroes bíblicos.

 La imagen de aquellas recurrentes pláticas con mi madre ha moldeado mi paternidad y me ha convertido en un cuenta cuentos para mis hijas. Sin la destreza de los hermanos Green, ni la perspicacia de un Mark Twain, pero con la más tierna complicidad, les narro a mis hijas aquellas historias que me son más gratas y que pienso le serán más aleccionadoras. Antoine de Saint Exupery, Edmundo de Amicis, Édouard René Lefebvre de Laboulaye, Washington Irving  y otros grandes escritores de la historia han adornado nuestras noches antes de ir a la cama, o las tardes de sano ocio familiar. Sin embargo, ninguna historia nos fascina tanto como las bíblicas. Sucesos reales llenos de lo extraordinario y lo maravilloso. Las cuento vez tras vez, y cada ocasión me sumerge en un feliz éxtasis ante la grandeza de mi Señor y Dios.

Charles Chaplin recuerda en su autobiografía cómo su madre le escenificaba las historias bíblicas. De pequeño lloró cuando su madre les contó, a su hermano Sidney y a él, la escena de la crucifixión. Siendo un anciano, llevaba todavía aquellas historias en su cabeza. Tal fuerza tiene una historia, tal poder sobre una conciencia. Esa clase de efecto la quiero sobre los míos, con la certeza de que se cumplirá el aforismo bíblico: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6).

El Señor mismo contó muchas parábolas llenas de significado y doctrina a sus discípulos. Algunas de ellas les vinieron a la mente tiempo después de que Jesús muriera. Remembranzas que les hicieron creer en la divinidad del Mesías (Juan 2:22). Evocaciones que les hicieron mejores discípulos y formidables mártires.

Quiero seguir contando esas historias bíblicas a la cabecera de unas camitas rosas y, sobre todo, representar con mi vida que creo en la fuerza de cada tilde y de cada coma. También quiero contar cada relato que se haya en el Libro y hacerlo dignamente en cada plaza, por los barrios, en la fila del mercado, en mi bella congregación, o en compañía de un completo extraño. No hay misión más digna, ni privilegio menos merecido, pero Dios se complace en comisionar a narradores inexpertos para contar Sus hazañas.

Cuenta tú también los relatos de gracia de la Biblia, y se un cuenta historias de Jesús. No te extrañes si algunos intentan callarte y silenciar en ti la historia de la virtud encarnada. No cejes en el noble empeño de referir aquello que te hizo libre y que te dio la luz. Cuenta a otros lo que alguien evidentemente te contó primero. Continúa la buena obra, repite los buenos ejemplos y actúa en obediencia a Dios y a tu conciencia. No serás un experto narrador, ni presumirás de dotes oratorias, pero igual serás efectivo y agudo porque la fuerza de tu historia está en la historia misma: la historia de Dios, la historia de Jesús.

Autor: Osmany Cruz Ferrer

Escrito para www.devocionaldiario.com

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