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SAMUEL 11.1-5 | Todos, en algún momento, tenemos que tomar
decisiones cruciales que pueden acarrear consecuencias permanentes. El problema
es: ¿Estaremos preparados para cuando llegue ese momento?
David no
estaba preparado para tomar una decisión que se le presentó de repente. En una
ocasión que estaba inquieto, aislado y preocupado, la tentación y el pecado lo
tomaron desprevenido. Por tanto, debemos estar en guardia cuanto observemos
estas señales en nosotros:
Primera,
nunca se permita estar demasiado hambriento.
Cuando el cuerpo está debilitado por la falta de comida, es probable que tome
malas decisiones. Cuide de su cuerpo, y dele el sostén que necesita.
Segunda, no
se permita estar demasiado enojado.
La ira puede oscurecer el buen juicio y llevar a decisiones lamentables.
Tercera, no
esté demasiado aislado. Cuando usted
se siente solo, puede hallarse dispuesto a hacer lo que sea para sentirse amado
o aceptado.
Cuarta, no
se permita estar demasiado cansado.
El sueño es esencial para poder tomar decisiones prudentes. Cuando usted le
niega a su cuerpo y a su mente un “tiempo de inactividad”, es probable que tome
malas decisiones.
Ser
prudente en estos cuatro aspectos podrá evitarle más tarde lamentarse de la
decisión que haya tomado.
Comprométase
a nunca tomar decisiones importantes cuando se sienta hambriento, enojado,
aislado o cansado. Más bien, reconozca en esos momentos que no está preparado
para razonar correctamente. Aplace la decisión hasta que pueda enfrentarla con
oración, paciencia y sabiduría de lo alto.
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